Gamadiel es un erudito
aprendiz en el oficio de la alquimia, su maestro era muy cuidado con lo que le
enseñaba, y más aún sobre los mitos que le contaba –nunca debes de dar nada por
completo entendido, incluso aunque lo domines- le decía. Gamadiel había
demostrado ser bueno para los encargos que le pidiera, encontrar hierbas,
animales o cualquier mineral que necesitara. No solo conocía perfectamente el
poblado, incluso había quien pensaba que hablaba con la naturaleza.
Un día un grupo de
sacerdotes buscaron a su maestro, tenían una reliquia extraña que no se podían
explicar y buscaban un consejo, al no encontrarlo decidieron esperar, Gamadiel
con extrema curiosidad en la reliquia decidió espiarlos, y escuchó la charla
que mantuvieron. Llegó la noche y cuando ellos durmieron el aprendiz hurtó la
reliquia, la sacó de su caja de madera y admiró una osamenta compuesta de
piezas que no conocía, ningún animal que haya visto en su vida era capaz de
componerse de estos elementos, ni siquiera las mismas piezas eran capaces de
conformarse así, seguro eran piezas trabajadas con una magia muy extraña, pero
no podían formar parte de algo que un día tuvo vida.
Había un grupo de huesos en
extremo duros, pero eran transparentes como el cristal y dentro se veían
torbellinos formándose, al intentar juntarlos estos se podían acomodar de
varios modos, no se podía descifrar exactamente que pieza era tal, algunos
huesos tenían aún tejido pegado, era gaseoso, tenía textura flexible al tacto,
pero despedía un vapor denso. Había una pieza más curiosa aún, era al parecer
una caja torácica, incluso cuando por dentro mostraba el tejido coincidente con
el que los huesos tenían, este mostraba algo de lo que parecía ser su piel, al
menos él no podía pensar en otra cosa, pues era idéntica a la suya, solo que
mucho más clara, no era completamente blanca como la porcelana, era clara simplemente.
Había plumas,
definitivamente eran plumas, sabía cómo eran las plumas, tenía en su mano
calamos y raquis, pero ninguna barba, debían ser plumas, pero las barbas no
estaban, por los poros que debían salir barbas salía un ligero soplo de aire
-¿Qué ave tiene aire por plumas?- se cuestionaba, estaba por entrar en shock
cuando sintió un golpe en la nuca. Los sacerdotes se marcharon a la mañana
siguiente, el maestro reprendía a su alumno por tomar las cosas sin permiso, le
explicaba lo que había visto.
Los ángeles son pobladores
de la ciudad de los cielos, están hechos de pensamiento y cuando bajan a la
tierra adquieren la forma que uno puede interpretar, la caja para el maestro
estaba vacía porque sabía de lo que se trataba, Gamadiel conocía demasiados
animales y algunos sorprendentes, por ello él veía algo completamente extraño e
inexplicable, porque era el único modo en que sabría que lo verdadero, nunca se
alcanza a entender por completo.