domingo, 21 de diciembre de 2014

Recuerdos dolorosos del hospital

Depurando Archivos me encuentro con este tipo de recuerdos que quisiera olvidar...

Pero una parte de mi me pide que antes de borrarlo lo rescate y lo mande a un lugar donde puede revisarlo después, esperando sentir algo muy distinto para entonces.

Bitácora del esclavo 

Centro Médico 14 de Noviembre de 2013...

Resulta muy frustrante tener que demostrar las debilidades que tiene uno, quizá por un momento quisiera despreocuparme de escribir con una buena redacción y hacerlo atrevidamente, irónicamente considero que aunque me preocupara por ello lo haría así, no por una libertad implícita en mi carácter, sino por defecto de mi técnica.
Hoy me sinceré con quien parece ser mi amiga del piso, una trabajadora social con la que he podido tener acercamiento personal, se trata de una mujer joven y bella, muy atenta, ella me ha mostrado interés y cierto aprecio por las acciones que ha visto que cometo. Hoy tras platicar sobre lo frustrante que me resultó colaborar en una fundación en crisis terminé por confesar mi mayor preocupación. A pesar que mi mayor compromiso lo he mantenido en expreso total con mi padre, me sigue atacando la idea haberle fallado a mi persona especial, le conté que me sentía como un farsante al ir con enfermos al borde de la muerte e intentar animarlos con diálogos de esperanza, hablar del milagro que realiza mi padre al estar venciendo al cáncer a diario, de los fulgurosos apoyos que hemos recibidos por parte de la humanidad y las constantes bendiciones y buenos deseos que nos ofrecen esas “pinches gentes” de las que constantemente se queja mi amada.
Y digo que me siento como un farsante porque acá entre desconocidos laboro como un superhéroe que comienza a repartir paz, justicia y esperanza desde que sale el primer rayo de sol hasta incluso después que la noche cubre al mundo con la cúspide de su oscuridad, mientras que por otro lado no soy capaz de hacer sentir bien a Ella, su reclamos y apatía me resuenan todo el día en la cabeza cuantas cosas he hecho mal desde que la conozco, y no es para menos, cada que reviso nuestras conversaciones, cada que repaso los recados que le mandé, cada que me acuerdo de nuestro pleitos, no me queda duda que sin esforzarme pude yo ser el peor de los seres que haya conocido. Y me reclamo sin misericordia a diario, comienzo a arrepentirme de dos cosas principales, una es haber sentido un supuesto amor del modo en que lo hice, tan viciado de dependencia y un fuerte deseo de tenerla presente en mi vida, si hubiera sido cierto alguno de mis esfuerzos por convertirme en ese hombre mejor y merecedor de su cariño habría podido convivir con ella en plena libertad y fomentándole una confianza sincera, no la distante relación que ahora tenemos en la que tomamos mil reservas antes de decir algo, actuamos tan avergonzados de nuestros seres, tan avergonzados de nuestros defectos porque sabemos que nuestro estado natural no es bueno para el otro, lamento que jamás podré contemplarla en plenitud de espíritu y libertad.
La otra cosa que lamento es no poder hacerle creer que mi arrepentimiento es sincero, me arrastra a mi infierno personal el saber que jamás me perdonará, cada que cierro los ojos vislumbro sus ojos rencorosos recordándome que no fui lo que deseaba, que yo no debía estar en su vida en lugar de las personas que ha perdido, se que ella esperaba palabras de consuelo de gente a quien si valoraba y en cambio yo solo podía ofrecerle un arremedo defectuoso de ello, simplemente me arrepiento del modo en que fracasé.
Dicen que la victoria es hija de todos y la derrota no tiene madre, quizá debería abrazarla como única compañera, al cabo ambos tenemos presente lo despreciables que podemos ser. Karina me intenta explicar que al reclamarme a mí mismo no me percato de las cosas buenas que estoy logrando, intento responderle que si al final del día ella no sonríe entonces no hice las cosas bien…
Recuerdo a mi amiga difunta, la única que podía comprenderme, una niña dulce y llena de amor, ojalá hubiese sido yo el que muriera ese año, y no haber presenciado las desgracias actuales, era más probable que ella alcanzara la felicidad y reconocimiento de la persona que amaba antes que yo.

No paro de pensar dos cosas, una es que Sonia no me quiere, la otra es que debería ser yo el muerto.

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