¿Pero qué le voy a hacer si ya sabía que esto pasaría? De
cualquier modo, es lo que hay. Los lazos de sangre siguen haciendo que me
hierva todo el tiempo, me arrodillan, me humillan, y me dejan con su
indiferencia.
Aún no he aprendido que es estúpido razonar, aún no he
aprendido que la gente de barro no escucha, que nunca entenderán los motivos
que mi corazón tiene para moverme a donde voy, que voy a donde necesito, a
donde siento calor. No, la gente de barro quiere que me quede sobre el frío piso
de lo oscuro, quiere que me incline mientras su nube negra me bautiza con
agujas heladas y relámpagos que me hieren, que me queman. Y mientras por dentro
ardo por culpas y recuerdos, por fuera me cobijo de lo gélido.
Esta noche pasó algo incoherente, no fue la luz del sol la
que prendió a la luna, fue el reflejo de los valles y ríos de esta tierra,
fueron las hojas de los árboles y los colmillos de los animales, se reflejó en
la superficie blanca y casta el fulgor escarlata de nuestra sangre regada.
Sangre entregada en romance, sangre entregada en batalla, sangre que se ofrendó
y mucha más que solo se arrebató.
La escondieron para teñirla, la ocultaron como los magos a
sus dedos, y para muchos antropófagos se trató de una hermosa ilusión, del arte
insuperable, de la técnica que tienen dioses inexistentes para moverse y llamar
la atención, todos lo aplaudieron y todos le sonrieron.
Ella, de nuevo ella, ella quien es ausente, ella que hace
tiempo pasó al lado luminoso del mundo, ella quien me tiene en el mismo
concepto del mundo en que vivo, ella ama la luna. Ella siempre ha amado todo lo
que me es distinto, y no sé si amó también esta noche que perdió su virginidad
la luna, quizá la amó, quizá se regocijó como lo hace toda dama, y también
puede ser que lo haya ignorado. No sabré si se lo saboreó o se lo ocultó, solo sé
que no podré preguntarle, no podría avisarle lo que ella ya tenía entendido,
que esa noche escondieron a su estrella favorita, que la iluminaron de rojo, y
que la pasearon como a su mesías por el cielo.
Yo me marché rumbo a mis sueños vacíos, si ella fue a los
suyos quizá pudo encontrar a Artemisa donde la dejó, quizá plena, quizá de
blanco, como si nada hubiera pasado, como si esa noche ella hubiera hecho todo
normal, como si su recorrido hubiese sido tranquilo, ella no sabría de su
aventura, no sabría que ya no era inocente, no sabría que con o sin sangre las
sombra la tocó. Quizá en un futuro se encuentren y como amigas lo comenten, yo
solo sé que esta noche tampoco la busqué, tampoco sabré sobre su noche, ni de
cómo amaneció.
Mañana también me partirán los rayos, también erizaré a los
gatos, me punzarán las hierbas que a su héroe acarician, mañana el viento de su
lado no pasará por el mío, de nuevo voltearé a donde crea que está el cielo, de
nuevo ahogaré su nombre y lloraré el mío. Un día más, un paseo más por el cielo
del sol y la luna, para todos es un espectáculo, para todos es lo reconfortante
de lo casual, para ellos es cosa de día a día, para mi otro día sin ella es una
parte de esa maldita eternidad.
Eternidad es el horizonte donde los barcos se pierden para
hacer viudas y huérfanos, eternidad es ese cielo estrellado que nos presume los
mundos donde no estamos, eternidad es el poder de los divinos que sirve para
castigarnos, eternidad es el azul profundo que se traga todos los vientos y
todos los lamentos, eternidad es la oscuridad que miramos cuando cerramos los
ojos y en ella nos perdemos. Eso es la eternidad, lo absoluto, lo seguro, eso
concreto que me grita con una carcajada sádica, -Ella no se fue, no fue contigo
nunca-. Eternidad es la distancia que hay entre nosotros, es el nombre de los
males que hay en este mi hogar infierno.
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