jueves, 16 de febrero de 2012

Miguel y la Piedra roja.

El sello de Rubí

Cuenta Don Anastasio que cuándo su padre era joven peleó con un famoso escritor a la salida del Café Suizo, eran los últimos años en que ese famoso café serviría para las tardes de tertulia. En contrario, el también llamado Anastasio apenas era un adolecente y discutió con un tal Jardel.

-Te digo que cuando fui a Suiza pedí un suizo y no conocían a ese bollo- Jardel con unas copas encima le explicaba al joven Anastasio.

-¿Entonces no lo probaste allá?- Anastasio ya entrado en calor seguía sin entender.

-Si lo probé, pero le llaman distinto- explicó enérgico Jardel una vez más.

-¿Le decían bollo nacional?- ironizaba Anastasio.

-¡No gilipolla! Ya te dije que le llaman español.

-El que dice gilipolleces eres tú- enfurecido el joven Anastasio.

Así los jóvenes comenzaron con empujones y aumentaron su intensidad hasta que unos clientes salieron a perseguirlos, Anastasio dio un golpe en la nariz a Jardel y huyó a toda velocidad. Al sentir como derramó la sangre de las fosas de Jardel, Anastasio aumentó el esfuerzo en la huida.

El café suizo estaba próximo a la Puerta del Sol, lugar donde comenzaba la famosa calle de Alcalá, Anastasio pronto se encontró a toda marcha corriendo por en medio de la calle, ninguno de los tipos que salió a apaciguarlos tenía ya la intención de darle alcance. Sin embargo Anastasio corrió hasta la avenida de la hispanidad, lugar donde con sus últimos alientos logró trepar como todo un “Gato” por una barda para después tomar descanso sobre Avenida de América.

Esa fue la gran Azaña de juventud que el abuelo Anastasio presumía de su padre a su nieto también llamado Anastasio pero con el segundo nombre de Miguel.

-¿Entonces él corrió toda esa distancia?, ¡Es como cruzar como un rayo toda Madrid!- el pequeño atónito ponía atención a esa historia cada vez que su abuelo la narraba.

-Ya papá, te he dicho que es imposible que haya pasado esa historia, no deberías contarla a mi hijo- El padre de Miguel e hijo de Anastasio lleva el mismo nombre, es un señor serio que siempre discute sobre las enseñanzas fantásticas que le dan a su hijo.

-Tu abuelo fue un verdadero gato, uno que vivió en la calle y aprendió de vida, no como tú que no saliste con más cabeza que para la escuela- Don Anastasio reprimiendo a su hijo- en la universidad no dan clases sobre la vida.

-Abuelo… ¿si ya no voy a la escuela podría ir a tomar clases de la vida?- Miguel preguntaba-

-No pequeño, sos un pijo todavía, algún tío podría hacértela- con risas menciona el abuelo.

-Cuando sea grande quiero ser un gato como tu papá- Así concluía el más joven de los Anastasios.

-Tú mi joven aprendiz, serás más que un gato… serás un León.

Pasaron los años y Anastasio Miguel Alarcón creció con el hueco de las enseñanzas que dejó su abuelo al morir durante su infancia. Su familia lo guió por el camino del deporte y le inculcaron aprecio por las artes marciales. Cuando el joven tenía quince años ya erra una prometedora figura y promesa nacional. Sus principales virtudes no estaban en la técnica tanto como en su condición física. Cada madrugada él salía con rumbo al banco que estaba construido sobre lo que un día fue el café suizo, y ahí comenzaba una feroz carrera con un fantasma imaginario. Dos Anastasios separados por cuatro generaciones se enfrascaban en carreras a diario. Miguel en el primer tramo sentía que corría al par de su ancestro, incluso en Cibeles creía que podría ir un paso adelante, en Goya comenzaba a sentir un verdadero esfuerzo físico y en Las Ventas sentía como su predecesor mantenía un paso imposible para él.

A diario Anastasio menor llegaba cabizbajo al Carmen y con el pulso a todo lo que daba, aunque era impresionante su tiempo registrado para semejante distancia, le decepcionaba el no ser rival para la leyenda de su bisabuelo. Apenas y cubría la mitad del recorrido y desfallecía.

Una tarde de septiembre llegó el joven a casa, donde su madre, Doña Aurea le guardaba con sonrisa una carta. Anastasio la tomó con incógnita y leyó que se trataba de una invitación del extranjero. Era ni más ni menos una invitación de la Universidad de México que festejaba su primer siglo de existencia, a la par eran los festejos del bicentenario nacional y se formó la convocatoria para un encuentro entre los mejores talentos marciales de ambos países.

Anastasio fue considerado el seleccionado más joven de los ocho españoles que participarían en un torneo inédito contra los mejores ocho de México. Y, aunque no sería el capitán de esta furia roja, se le señalaba como el elemento más esperado.

La fama que había adquirido el muchacho en el último año había despertado interés en el nuevo continente y el rector de la universidad estaba emocionado con la idea de que se enfrentara al campeón juvenil de la propia universidad.

-¿Quieren que vaya a despedazar moros en sus tierras?- un fanfarroneo que Anastasio le pregunta a su madre.

-No les llames así Tacho, sos un descortés, mira que invitarte en calidad de estrella a su evento no es cualquier cosa, allá creen que eres la ostia.

-¡Madre!

-Perdón por la palabrota, pero me emociona bastante que cruses hasta América.

-Es México no América, simplemente prefiero a los etas que a sus mafias, al menos acá los terroristas luchan por más que dinero.

-Mira que sos tan grosero- Dona Aurea le da una bofetada.

El silencio sigues después del sonido hueco le golpe que no hizo en el muchacho más que volteara un poco.

-¡Me llamarán Gachupín!- El joven sale de casa corriendo lastimado del orgullo.

Anastasio no superó de buena manera la muerte de su abuelo tiempo atrás, si a ello se le suma el descuido de su padre a causa del trabajo, y la exigencia curricular de su madre, cualquiera se percata que a él no le gusta seguir instrucciones. Era un chico solitario, que aunque gozaba de gran fama entre las chicas de su colegio, no tenía relaciones con los chicos de su edad, al contrario, les levantaba envidias. Simplemente era un chico que se sentía solo y le fastidiaba participar incluso en reconocimientos pues sentía que los demás intentaban hacer suya su vida.

La noche caía y vagando cerca del Bernabéu La promesa de España se reclinaba en una pared, desde ahí al cruzar la calle veía una chica que tenía buen cuerpo como caminaba. Sentía el joven su hormona que florecía hasta que se percató de un pequeño grupo de tipos que se le acercaban a la chica.

-Pero qué buena moza- dice uno de los chicos torteando a la joven.

-Vaya que esta tía tiene buenas tetas, debe de comer muy bien- un rufián se aprieta entre la entrepierna señalando sus partes.

Anastasio de lejos apreció los gestos y como cualquier persona decente no pudo contenerse y se aproximó exigiendo que la dejaran en paz. Los bandidos que lo toman en juego se llenan de gusto por que ahora tienen alguien con quien discutir.

-Mirad, tenemos un crio pijo que nos viene a joder las bolas- El líder disimula tener un arma blanca escondida.

-Vete, yo les mostraré a estos tipos que no tienen cojones- Anastasio le indica tranquilamente a la muchacha que escapa en búsqueda de unos policías.

-¡Me jodes tío, me jodes!- El tipo de la navaja la muestra- ¿Qué no ves que dejaste escapar mi cena?

En total se trataban de cinco los muchachos que molestaban a la chica, rodean a Anastasio a la vista de todo el mundo y de cámaras de seguridad.

Lejos un combate épico entre seres más poderos estaba terminando, una línea roja cruzaba el atlántico a una velocidad un tanto superior a la del sonido, después de algún rato se aproxima a la ciudad donde Anastasio.

EL joven sabe que sus oponentes ignoran sus capacidades marciales, entre las personas que están de testigos apenas puede verse cada movimiento con el que derriba a los enemigos uno a uno. Asustado el tipo de la navaja decide huir, Anastasio le persigue y toma una ruta que lo lleva hasta la calle de Alcalá, ahí su enemigo roba una motocicleta y al joven karateca no le parece absurdo correr tras él. La policía llega tras la llamada de auxilio de la dama y los persigue a ambos. Deciden entonces disparar balas de goma para detenerlos, y esas cortan el aire sin acertar. Las balas pasan a los costados de Anastasio pero entonces se les une un proyectil más.

La piedra roja que contiene el sello de fuego ha reducido su velocidad y aún así sigue siendo veloz, al pasar por un lado de Anastasio este crea su interpretación –Es mi abuelo que corre por esta calle-piensa el muchacho acelerando el paso. Así una vez más se repite la carrera por ser el más veloz, dejando a un lado el objetivo de atrapar al villano, el joven solo se concentra en alcanzar la luz roja de la piedra. Un automóvil que circula en contra la golpea y la hace rebotar a una calle oscura, el joven confundido corta la marcha para ir a donde cayó.

-Ese no es el camino- Anastasio le reclama al espíritu que confunde y se adentra en la oscuridad y ve como cae dentro de una cloaca la esfera escarlata.

Sin pensarlo decide levantar la tapa de la coladera y se lanza a por el brillo que vio. Ya solos dentro del drenaje se conectan en una tétrica visión ambos elementos. La piedra tan caliente estaba que seca el agua donde cayó y de inmediato se prende fuego que ilumina todo el conducto. A las afueras, en las calles de Madrid, la gente ve salir flamas de las coladeras. Anastasio siente un calor infernal y se pregunta de la reacción de su ancestro.

-¿Por qué me traerías a un infierno? Se supone que me cuidarías, no que me quemarías- El joven le reclama al fuego- sabes que yo no sería un gato como tú, sino un león.

La piedra reacciona ante el reclamo y su espíritu interpreta lo que quiere ver el muchacho. Del rio llameante sale un león de fuego que se aproxima al adolecente sin quemarlo.

-¿Me conoces?- pregunta el felino.

-No, pero tu hijo me contó sobre ti- contesta Anastasio.

-No sé de lo que me hablas, no conozco hijos míos- contesta la llameante figura.

-Eres un maldito entonces si niegas a tu sangre.

-¿Mi sangre?- el león se siente ofendido- si eres mi sangre entonces dame la tuya, ese será mi hogar.

-Siempre en mi mente lo has tenido nunca te he podido pasar ni olvidado, aunque vos siempre me deje atrás.

-Entonces cierra conmigo el pacto y en ti viviré.

Anastasio no reconoce como ajeno esta figura y sin decirlo lo acepta de corazón.

-Es mi linaje esta energía, es mi herencia como poder, ayúdame a hacer el camino que no hay y yo correré en él- Inspirado acepta el pacto.

-¿Corredor eres entonces? Corredor sin un camino, se hará camino a tu andar.

Las flamas se apagan y Anastasio lleno de inconsciencia desaparece de la cloaca para reincorporarse a la calle de Alcalá. Ahí ya no es perseguido, pero sabe que una presa le espera, sabiéndose más veloz corre por su ya conocida ruta con la fiereza del león que ahora es, con la potencia de su ancestro y la convicción de su abuelo.

-Este será mi nuevo camino, y detendré al que sea injusto en él- Dice antes de perseguir al criminal.

Como ningún vehículo o persona que haya recorrido esa vereda, Anastasio parece tener un brillo escarlata propio, sus pisadas dejan lumbre y como saeta atraviesa la calle. Cuando se acerca a la moto que no iba tan lejos, el conductor lo mira por un retrovisor, dada la sorpresa pierde el control del vehículo y termina por derrapar, de inmediato Anastasio lo rebasa y de reojo celebra con una breve mirada que lo ha detenido, sin embargo su objetivo ahora es otro.

-Te ganaré Gato madrileño, soy un León.

Anastasio regresa a su casa, aturdido y sin saber si quiera si pudo vencer el reto de la calle de Alcalá, tenía preocupada a su madre la cual lo abrasó al llegar, el espíritu del sello que lo seguía sintió en el afecto familiar un sentimiento nuevo, como si por primera vez alguien lo apreciara solo por ser y no por el poder que le entregaba. A fin de cuentas el ahora huésped seguía sintiendo como niño y sentía en el abraso de su madre gran alivio.

-Mamá, quiero ir a México.

-Irás, porque eres el mejor guerrero de España, el mejor de toda Europa.

Anastasio Después de eso se dedicó a entrenar más fuerte, lograba rutinas exhaustivas para cualquier otra persona, sin embargo el sello de rubí le daba fortaleza, ambos estaban en lo mismo, proteger el orgullo de la familia y la memoria de los antepasados, viajar a México y enfrentar al campeón juvenil le emocionaba mucho, como si supiera que se trata de alguien con tanto poder como él.

Algo drástico que cambió fue que ya no corría con el recuerdo de una leyenda por la calle de Alcalá apuntando su mirada al amanecer, ya no seguía los pasos de su ancestro, sino que hacía los propios.

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