domingo, 8 de marzo de 2009

Las pasiones del alma y su aspecto humano

Para Santo Tomás, las pasiones son fuentes del dinamismo humano. Paradójicamente la pasión verdadera es acción. En su acepción propia es un cierto movimiento o conmoción según la alteración.Los neo-escolásticos reservan el término pasión a los movimientos del apetito sensitivo.En cuanto al número de las pasiones Aristóteles y Santo Tomás coinciden en que son once. Seis del apetito concupiscible: amor-odio, alegría o gozo-tristeza, deseo-aversión. Cinco del apetito irascible: esperanza-desesperación, audacia-temor y la ira.El amor es la pasión fundamental y la que nos hace participar activamente en la vida del otro, ayudándolo a construir su bienestar. Amar es querer el bien del amado. El origen de todas las pasiones es el amor, pues como dijo San Agustín “el amor que desea tener lo que ama, es codicia; el que le tiene ya y goza de ello, es alegría; el amor que huye de lo que le es contrario es temor y si lo que le es contrario le sucede, es tristeza.” El odio es la contrariedad que se experimenta al sentirse opuesto a otra persona y se manifiesta por un estado de hostilidad permanente frente a ella.El amor y el odio son las pasiones primitivas porque de la atracción al bien, presente o ausente como de la repulsión al mal, también presente y ausente surgen respectivamente : el gozo, el deseo, la tristeza y la aversión.La pasión del deseo es una agitación del alma que la dirige hacia el futuro y se manifiesta como un afán de conquista.Las pasiones del irascible giran en torno a su objeto que es lo arduo o difícil en vistas a lograr el bien y también respecto a su acercamiento o alejamiento de él. Así, el bien visto como arduo y estimado como alcanzable, es la esperanza. La desesperación sobreviene cuando ese bien se torna inalcanzable. El mal arduo futuro visto como invencible, engendra temor y cuando se tiende hacia él para vencerlo, genera la pasión de la audacia. El mal presente considerado como posible de vencer da lugar a la ira.Aristóteles define la ira diciendo que es el impulso acompañado de dolor, como respuesta, desagravio o reacción exteriormente manifestada hacia un desprecio que nos infieren a nosotros mismos o a un amigo.Por el contrario, en Dios el placer es la felicidad de la plena posesión de sí mismo, sumo bien, acompañada por una única, simple y suprema alegría, porque el placer consiste en la quietud más que en el movimiento. Para Aristóteles “la más grande delectación es la que proviene del ejercicio de la sabiduría “y San Agustín nos habla del “Gozo de la Verdad” o “Gaudium de veritate”.Así como el gozo o la alegría nos produce un ensanchamiento del corazón, la tristeza nos encoge el alma y en la forma del abatimiento, nos debilita la voz.El temor es un dolor o trastorno causado por la presencia de la imagen de un mal futuro. Contrario al temor es la confianza que es la sensación de la proximidad de algo que nos hace sentir seguros y alejados de todo peligro.Además de las pasiones básicas, hay otras derivadas de ellas, como ser:La codicia, que es el deseo de lo ajeno, procurando apoderarse de lo que se ansía.Los celos, que llevan a que el celoso se torture imaginando escenas que reproducen los motivos de sus celos. Son hechos reales que conforma imaginativamente con arreglo a su “yo” celoso. Todo lo que vive está coloreado por su pasión.La envidia, según Juan Luis Vives es un “encogimiento del ánimo por el bien ajeno, en lo cual hay cierta mordedura y dolor y por eso tiene parte de tristeza.”La envidia se vincula con el resentimiento y el odio ya que surge del sentimiento de impotencia que se opone a la aspiración hacia un bien por el hecho de que otro lo posee. La envidia más trágica es la que inspira una persona no por los bienes que posee, sino por lo que ella es intrínsecamente.La venganza es la pasión que enciende y multiplica la discordia, reaviva la envidia, los celos, la rivalidad, la competencia y perpetúa la lucha entre hombres, lanzándolos unos contra otros en una azarosa contienda íntima.
Las pasiones y el compuesto humano
El hombre es, dentro de la escala de los seres creados, el mediador entre aquellos cuya naturaleza es puramente espiritual -los ángeles- y los irracionales, como los animales. Así como Platón en el Banquete nos dice que la Filosofía participa de la doble condición de sus progenitores, la abundancia y la miseria, también el hombre participa de la condición que le imponen sus componentes intrínsecos: un alma inmortal y un cuerpo material. Es en razón del compuesto alma-cuerpo que el hombre está vinculado hacia abajo con sus congéneres. Con ellos tiene en común el poseer las mismas funciones vitales de nacer, crecer, alimentarse, reproducirse y morir. Sin embargo, a pesar de que la sensibilidad es común a ambos, debemos recordar que “todo en el hombre es humano”, lo que significa que el hombre está transido de su racionalidad y ella impregna de tal modo su obrar que aún aquellas funciones que comparte con los animales, las cumple al modo humano. Ora que coma, que beba o que se reproduzca, el hombre lo hace de manera distinta al animal. La unión alma-cuerpo es tan estrecha que existe una dependencia mutua y una inter-relación entre ambas, de modo que lo que sufre el alma, afecta al cuerpo y viceversa.En este punto, es abundantísimo lo que se ha estudiado y escrito en el campo de la Antropología y de la Psicología principalmente. También la Medicina, en su orientación psicosomática, procura relacionar las enfermedades con estados emocionales. Las pasiones son consideradas como causas o efectos de ciertas enfermedades.En su libro Psicología Humana, el P. L. Castellani, recordando a Aristóteles, expresa que el “hombre es un compuesto bipolar, cuyas partes están tan compenetradas que cada una de ellas es todo el hombre, aunque no totalmente.” Nos dice Ubeda Purkiss que “el hombre no es un compuesto de animalidad y racionalidad en el mismo sentido que un edificio está formado por una estructura. El hombre es una unidad única que posee una esencia única. La animalidad racional, siendo una esencia única y completa, es un principio de operación que realiza las funciones de la vida vegetativa, sensorial y racional.” Esta asunción eminente de las formas inferiores por las superiores es un corolario de la idea metafísica fundamental de la filosofía aristotélico-tomista: la idea de participación.
Todo el universo tiene una estructura jerárquica de participación y lo inferior participa, por grados del ser, del primer Ser, absoluto y perfecto, creador y ordenador, reflejando algo de su infinita riqueza.En el hombre es su naturaleza- o forma esencial humana- la que no sólo piensa y quiere, sino también la que vive, siente, se nutre, crece y cambia. En una única forma sustancial que le da vida, se encuentra lo vegetativo, lo sensitivo y lo intelectual. Ahora bien, es la forma superior la que contiene las formas inferiores, animales o sensitivas y vegetativas. Pero con una perfecta unidad. En el hombre no hay tres vidas ni tres almas, sino una vida con tres grados. La vida animal está en el hombre asumida por la humanidad y asumida perfectivamente, es decir de manera eminente.Si el hombre careciera de su materialidad corpórea no tendría pasiones, pero si careciera de alma tampoco las padecería. El animal siente hambre pero no se da cuenta del hambre. Sólo el hombre es capaz de una reflexión que le permite: pensar lo pensado, querer lo querido y sentir lo sentido.El hombre es una unidad sustancial de cuerpo y alma y hay tanta solidaridad entre estos dos componentes constitutivos de su ser que cuando el cuerpo padece, a raíz de un accidente o enfermedad, el ánimo decae; y a la inversa, los padecimientos del alma se manifiestan a través de reacciones del cuerpo.En ambos casos el alma padece “per accidens”, pero de diversa manera. Estos distintos modos provienen a raíz de que se trata de un compuesto de materia y forma.“Lo que está compuesto de materia y forma, así como obra por razón de la forma, así también padece por razón de la materia y por ello la pasión empieza a partir de la materia. Pero la pasión del que padece deriva del agente por el hecho de que la pasión es efecto de la acción”.La pasión corporal empieza en el cuerpo y tiene su término o fin en el alma en cuanto que se une al cuerpo como forma. En Cornelio Fabro leemos que las pasiones del cuerpo son todas aquellas que le hacen daño en sus funciones vitales como el hambre, la sed y las enfermedades .Santo Tomás pone el ejemplo de quien es herido en su cuerpo: su alma padece en razón de que se debilita la unión. El alma, que no puede morir, sin embargo le teme a la muerte. No teme la muerte como si ella fuese a morir, sino que teme la desaparición del compuesto por su separación del cuerpo. Esto explica el temor que sienten los moribundos.
La pasión anímica empieza por el alma en cuanto motor del cuerpo y termina en el mismo. Como ejemplo de ello señala la ira y el temor que actúan por la aprehensión y tendencia del alma, a la que sigue una transmutación del cuerpo. “Las pasiones del alma o pasiones en sentido riguroso son los movimientos de la conciencia e indican las actitudes de atracción y repulsa que el sujeto siente hacia los objetos del apetito. Aristóteles hablaba de tres pasiones principales existentes en el alma: el deseo, la ira y el miedo”.
En ambos casos- tanto en la pasión corporal como en la anímica-, el alma padece por accidente ya que la pasión no acaece al compuesto de alma y cuerpo sino por razón del cuerpo. El compuesto no padece en razón del todo, sino de una de sus partes- el cuerpo.
Ubeda Purkiss nos explica esto diciendo que el movimiento pasional afecta esencialmente, per se, al cuerpo y en razón de él al compuesto humano que es un complejo psico-fisiológico en el que existe solidaridad entre lo que acaece a sus integrantes en virtud de la unión sustancial.La psicología moderna ha profundizado en la consideración fisiológico-fenomenológica de las pasiones, lo que ha sido corroborado por la investigación científica. La aceleración o disminución del ritmo cardíaco, la vasoconstricción, la modificación de los movimientos respiratorios, etc. son algunas de las manifestaciones de las pasiones. Cuando las emociones alcanzan un cierto grado de intensidad (ira, enojo o miedo) se pueden bloquear completamente las secreciones y las contracciones de los músculos lisos del estómago y parar la digestión. El análisis de la sangre muestra la presencia de un exceso de azúcar que posibilita, mediante la acción reguladora de la adrenalina, el aumento de las energías necesarias de defensa y ataque del organismo.En sus Cuestiones Disputadas sobre la verdad, al inicio del tratamiento de la Cuestión Vigesimosexta, Sobre las pasiones del alma, Santo Tomás considera el tema del sujeto de las pasiones. ¿A quién se las atribuimos?Una acción no se la atribuye a la potencia, sino al sujeto que la realiza. Las acciones pertenecen al supuesto. Un supuesto que es un compuesto formado por un elemento material y uno formal. Santo Tomás comienza diciendo que según la acepción propia de pasión, es imposible que algo incorpóreo padezca. En consecuencia, lo que padece es el cuerpo. Y cuando decimos que la pasión pertenece al alma lo decimos en tanto y en cuanto ésta se une al cuerpo; unión que se verifica de dos maneras:
Como forma, vivificándolo.
Como motor, ejerciendo sus operaciones por el cuerpo.
De todo lo dicho, podemos destacar que las pasiones son manifestaciones propias de la naturaleza humana. Por eso, Aquel que es el Nuevo Adán, el Hombre Nuevo, la Imagen Perfecta de Dios, en cuanto Verbo encarnado, también tiene pasiones, al punto que los tres últimos artículos de la XXVI cuestión de In Veritatem, están referidos al tema de las pasiones en el alma de Cristo.Por el misterio del Verbo Encarnado, al hacerse semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, asume también la condición de hombre apasionado, de “Varón de deseos”. La lectura de los Evangelios nos muestra que Jesús pasó por el amor, el deseo y el gozo; por la ira, la angustia y el temor para culminar su obra redentora en su Pasión, que es la pasión por antonomasia.
Ahora bien, el elemento psíquico de la pasión no deja por eso de ser el primero. El deseo, el amor, la cólera, son primordialmente actos del alma, que reacciona ante una representación sensible.Esta reacción vital es registrada sincrónicamente en el cuerpo bajo la forma de un movimiento: es en él donde lo psíquico recibe la cualidad de pasión. La pasión es tomada entonces en sentido propio, en cuanto que implica movimiento, paso continuo entre dos contrarios. Así, al revés de lo que ocurre en la sensación, la intelección o el acto voluntario, el movimiento pasional se desarrolla en el tiempo, frente a su mismo objeto formal. El amor, el deseo, el odio, la aversión, etc. se desarrollan en el tiempo, se prolongan, pueden crecer o disminuir, se aproximan o alejan del término que las especifica en su movilidad vital....Este movimiento intencional de la pasión pone de manifiesto todo lo que es y tiene de imperfecto y potencial la tendencia emocional.El motor psíquico del cuerpo es movido, a su vez, por el objeto de la pasión. Este objeto es, pues, el primer motor del apetito sensitivo: es motor al mismo tiempo que término, porque el objeto amado o deseado mueve atrayendo como fin. La tendencia pasional impulsa al sujeto hacia ese fin.... El amor es la primera etapa de este movimiento; el deseo es la segunda.... Estos movimientos afectivos son como pasos del alma por los cuales avanza hasta el término amado y culmina en la quietud del gozo cuando es alcanzado.” Por eso, con razón se dice que “el alma está más en lo que ama que en lo que anima.”La evocación del objeto por el sujeto, es la condición y posibilidad de la pasión. Así, el avaro no olvida nunca su tesoro, el amante a la mujer amada, el celoso a la que cela. La potencia evocadora no solamente aviva la pasión dormida, sino que la agita y conmueve.
Conclusión
En un mundo carente de sentimientos y de afectos, no hubieran podido tener lugar las múltiples manifestaciones de la cultura.Se suele decir, equivocadamente, que las pasiones perjudican y destruyen al hombre, y por lo tanto hay que suprimirlas. En realidad, las pasiones no son ni buenas ni malas. Ellas son el motor que excita y desarrolla la actividad. Así Juan Luis Vives dice en su obra Tratado del alma que Dios infundió en el hombre las pasiones para que sirviesen a modo de acicate para estimular su alma. Sin embargo, considera que al padecerlas el espíritu originan “perturbaciones” e “impotencias” y cuando son muy violentas crean confusión mental, “ceguedades” que no permiten ver nada. Por ello aconseja que la razón juiciosa debe permanecer alerta y vigilante para impedir que las pasiones nos dominen, es decir, que no se hagan permanentes en el hombre ni se constituyan en enfermedades o vicios del alma La pasión nace de la afección íntima que nos causa un acontecimiento exterior. Son deseos permanentes que no nos abandonan ni siquiera una vez satisfechos. Por ello, las pasiones no son fugitivas o provisionales y, a veces, constituyen el drama de toda una vida. La literatura recoge casos paradigmáticos de personajes poseídos por una pasión determinada y escritores como Shakespeare, Dostoievski, Balzac, Moliere, entre muchos otros, conocieron tan a fondo la psicología humana que en sus obras retrataron admirablemente el drama de la ambición, de la codicia, del orgullo, del amor y el odio, de la alegría y la tristeza.Aunque lo natural de las pasiones es crear una inquietud sofocante, a veces se realizan en una quietud posesiva satisfecha que es la de su realización objetiva.

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