Aún recuerdo el día en que logré uno de mis sueños, dar
clases, y además tal como quería comenzar mi proyecto de vida profesional:
dando clases en la secundaria donde estudié. Sé que para muchos la docencia es
sinónimo de fracaso en sus respectivas carreras, como si al no haber plazas
para ejercer nuestro oficio fuera consuelo de tontos el quedarse en un aula
dando una materia que no explota al 100 nuestras habilidades profesionales, y
peor aún; terminar dando clases a niños que no entienden en lo más mínimo la
lógica simbólica, relevancia de la ética, ontología, metafísica, filosofía de
la ciencia, teología, etc. Pero yo quería hacerlo, quiero aún llegar a ser una
eminencia en la más grande universidad,
pero quiero hacerlo desde abajo, no como compañeros lambiscones que a
falta de mérito deciden entregarse a la política y lambisconería para hacerse adjuntos
que arañan por poder, esperando a que muera el mentor para tomar su sitio, y no
es que todos los adjuntos de mi generación lo hayan hecho así, muchos en
realidad son chicos destacados, empero varios otros empañan ese camino.
Cuando pensé en cómo llegar a ser un gran profesor y escritor,
lo primero que pensé era que debía reafirmar mis creencias o autocorregirme,
antes de enseñar algo debía estar seguro que fuese auténtico y sobre todo: verdadero.
Decidí entonces lo contrario a los villanos tradicionales, ellos olvidan
quienes son, de donde vienen y se reinventan con morales renovadas y usualmente
absolutas, los villanos saben su pasado fracasado y pretenden trascender
cambiando al mundo radicalmente. Yo no podía caer en ese error, debía recordar
de donde vengo y a la gente que me ha ayudado a llegar hasta donde he logrado,
por eso decidí recorrer el mismo camino reconstruyendo los puentes caídos,
demostrándome que si volvía a vivir lo haría del mismo modo, por eso dije:
-quiero comenzar dando clases ahí.
No tenía un año que había recomendado a un buen amigo en esa
escuela como profesor de música, rápidamente él se ganó la confianza de los
dueños y la amistad del otrora profesor de historia, un joven de nuestra edad
que daba la materia por la que yo había luchado alcanzar sin éxito. Entonces mi
amigo me presentó al profesor de historia, era mi cumpleaños y nos fuimos de
fiesta, yo deseaba en realidad ir con la mujer a la que quiero pero parecía que
mi historia exigía que tuviese esa invitación accidental y me perdiera de mi
objetivo prioritario. Fuimos a una modesta taberna a beber cerveza, dicen que los
buenos tratos se cierran en las cantinas y así pareció coincidir, bebimos y se
nos unieron dos personajes más a la celebración: mi mejor amigo y una fémina
que nació en el mismo instante que yo. Menciono esto porque me resulta curioso
que en los momentos que mi vida toma un giro determinante están presentes los
mismos elementos: un deseo, mi historia pasada, una persona que me conoce a la
perfección y una persona cuya probabilidad de conocerla es casi nula.
El Ex del puesto que quería quedó satisfecho con conocerme y
decidió por su cuenta y sin intermediarios conocerme más a fondo, poco a poco
frecuentamos vernos y se hizo una amistad, en pocos meses él, mi amigo, otro
profesor joven y yo terminamos formando un grupo de amigos que frecuentábamos
el bar que quedaba exactamente entre la secundaria donde trabajaban y mi casa,
todos los martes íbamos y platicábamos de diversos temas.
Comenzó el año 2011, ya había pasado la fiebre bicentenaria
y yo con 25 años no me perdonaba el no trabajar en algo que apelara a mis años
de estudio, trabajaba en el negocio familiar bajo las órdenes de mi madre y la
mujer a quien quería ya estaba en titulada y en una empresa seria. Me sentía
deprimido y a esto se sumó que comencé a tener conflictos laborales con mi
madre, un día me dijo como amenaza que si renunciaba no encontraría empleo
fácilmente, yo levanté el teléfono e hice una llamada a un amigo que estaba en
una empresa de medios, de inmediato me consiguió el empleo, tan pronto como me
sentí levemente exitoso por emanciparme, tan pronto me atreví a renunciar a mi
seguridad, los profesores tocaron a mi puerta, mi ahora amigo profe de historia
consiguió un empleo en una secu más grande y había pedido explícitamente que su
puesto fuera cubierto por mí.
Aunque mi otro amigo músico también intervino, y otros
conocidos apoyaron la propuesta del de historia, el hecho que fuera él quien me
señalara como su sucesor me llenaba de cierto orgullo, cuando me ratificaron
como el elegido no pude sentirme más contento, ya no era un comerciante
informal ni un desempleado, ni un Godinez, era un profesor, ya no trabajaría
vendiendo mi trabajo o promoviendo el consumo de algo en que no creyera, al fin
lo único importante era mi conocimiento y mis virtudes, al fin tenía en mis
manos el poder si no de cambiar el mundo, si de forjarle los mejores hombres y
mujeres futuros posibles.
Cuando el dueño del colegio marcó a mi casa al final de
semana santa no había leído mi CV, no había buscado al sucesos del otro profe,
y yo al no saber si me contratarían no había preparado una clase, aún así me
dijo que me presentara al día siguiente, me llené de pánico al saber que en
menos de 20 horas estaría frente a un grupo de niños y no sabía qué les
enseñaría. Tomé el transporte público para ir a casa del Ex y él me entregó mis
primeros materiales: libros de texto, una planificación y una lista de los
alumnos problemáticos. Después de ello tomé de nuevo el público y me fui a
visitar al músico, mi ahora compañero vivía en el centro de la ciudad y es ahí
donde el zócalo se convirtió en el primer escenario de mi otro primer día de
clases, mientras la noche anterior a ello, el depa de mi amigo tuvo un ataque
de chinches que no nos dejaron dormir y nos amanecimos fumigando, al día
siguiente con muchas prisas y accidentados llegamos a las carreras a la
escuela, apenas me había dado un baño con agua fría y mi saco no tenía coderas,
entré a la dirección para entregar mis papeles y ¡zaz! Me mandaron a dar clase
a primer año, así sin entrevista ni nada.
Soy fan de los Simpson, y pensé inmortalizar mi primera
clase con una cita de ellos, una frase que dice precisamente Homero cuando él da
una clase por vez primera…
-La geografía es como una naranja…-
Aunque él lo dice acerca de las relaciones matrimoniales, yo
lo adapté a mi propio tema, después de decir eso no podía decir que tenía una
suave piel ni comerme desesperado su dulce pulpa, los niños no entendieron en
absoluto lo que dije y olvidé incluso mi nombre, estaba perdido, no sabía qué
hacer como profesor.
Para suerte mía la tierra tiene forma de naranja, y también
tiene líneas imaginarias que coinciden con los gajos de la fruta, y después de
unos segundos pude retomar la clase de Geografía, porque al dar Historia el
paquete la incluía. Después de mi pequeño lapsus comencé a dar el material que había
preparado y las clases posteriores fueron más ligeras, cada día fue mejorando
mi desempeño y aunque terminé ese primer curso con muchos errores, logré
prepararme para los años venideros.
La experiencia de la naranja me marcó, el dar una materia
que no era mi fuerte también, por eso ahora tengo una tradición para las
primeras clases del año en el grupo de geografía, les llevo naranjas a todos
los alumnos, después de repartirlas les explico la curiosa forma de la tierra y
que la geografía es como una naranja, algo a lo que no debemos temer, como un
tema que no conocemos y que vamos a aprender, como una nueva experiencia. Simplemente
hay que tomarla y estudiarla, manipularla, abrirla, e incluso probarla. Hoy
estoy orgulloso que mis alumnos en una sola clase comprenden que es un
paralelo, un meridiano y cuál trópico es de cáncer y cuál de Capricornio.
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