sábado, 31 de mayo de 2014

Del cajón Prohibido #3: ¿Te gusta Byron?

Este escrito es parte de las entradas que hice en un blog que he dejado morir. Decidí rescatarla por mero ego, el otro blog tenía carácter erótico, al menos eso pretendía, y como ahora me vale mi reputación, poco a poco iré mudando los escritos a este espacio.




Cuando uno prepara el viaje a la batalla es menester antes ejercitar el cuerpo, si la batalla es intelectual, hay que activar la mente entonces. Y no hay mejor campo de entrenamiento que la biblioteca de la universidad, casa de las más grandes mentes y escenario de los mejores discursos. Lugar donde es común sentarse entre Dante y Cervantes, y así mismo levantar la mirada y ver pasar a las musas que inspiraron cada uno de sus escritos. El nombre de la hermosa chica que vi era desconocido, pero le llamé Melpómene, musa armoniosa que engalanó mi lectura pues encarnaba a la perfección lo que Byron escribió de la bella que caminaba. Ella andaba como la noche, con su oscuro brillo y sensualidad que invitaba a renunciar a los sueños, todo por seguir despierto en ella.

Ella caminó frente al estante y cordialmente me sonreía, buscó el mismo tomo que yo, y al no toparlo frunció el seño buscándolo. Yo admiré sus tobillos delicados que sobre unos largos tacones eran cubiertos por medias oscuras. Su aspecto era sobrio, contrastante al de una estudiante normal, después yo sabría que ya se dedicaba a la investigación. Su falda ajustada y camisa abierta hicieron que mi mirada escalara su cuerpo hasta sus pequeños pero hermosos senos, ella giró a verme e identificó el libro, luego se acercó y me pidió compartirlo. Obvio que no le negué un lugar junto a mí, pero ella prácticamente se acomodó encima. Y recitó:

Camina bella, como la noche
De climas despejados y cielos estrellados;
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz

Parecía que lo hacía para ella, sabía que era como mi noche que me cubría y en un acto de exposición me decía sus propias características, resaltando que sobre su silueta eran mejores las sombras y la luz.

Se reune en su aspecto y en sus ojos:
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.

Me resultó inevitable excitarme sintiendo su cadera sobre mis piernas, pero a ella no le incomodó, acomodó sus hombros en mi pecho para mostrarme el texto. Apenas podía leerlo, era completamente imposible no mirar bajo su escote y sentir su cabello en mi cuello.

Una sombra de más, un rayo de menos,
Habría mermado la gracia sin nombre
Que se agita en cada trenza de negro brillo,

Su cabello sedoso resultó ser mi bufanda favorita intenté olerlo y el poema tocó una fibra nerviosa de su mente, con sus tobillos acariciaba mi espinilla y se mordía los labios.

O ilumina suavemente su rostro;
Donde pensamientos serenamente dulces expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.

No pude evitarlo, tuve que tomarla por la cadera y ella sonriente se acomodó, juntó sus rodillas y los pies los separó para encerrar los míos, para leer en voz alta hizo una postura más firme, enderezó su espalda y sentí perfectamente su peso sobre mí.

Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los tintes que brillan,

Suspiró, comenzó a moverse sobre mí, colocó el libro sobre su pecho y me dejaba moverla, nos estorbaba la ropa, pero aún así todo tomaba su lugar, su respiración se aceleró y volteó para sonreírme, mordisqueó un poco el libro que tenía  y con la mirada fija en mis ojos, ella interrumpió el poema, porque a diferencia de lo que escribió Byron, su amor no era inocente.

Hizo todo más rápido, cerró el libro y lo puso sobre sus piernas, lo empujó contra ellas para que su falda no se subiera más de lo que ya había avanzado, sentía sus piernas sobre las mías y eran muy calientes, su respirar ya comenzaba a ser ruidoso, satisfactoriamente ruidoso. Ella concluyó y arqueó la espalda recargándose más en mí, se levantó y acomodó su ropa pero mantuvo el cabello alborotado. Me ofreció su tarjeta y me devolvió el libro.

Ya repasé el poema que necesitaba, gracias- me dijo amistosamente- ojalá pronto pueda decírtelo pero ahora en inglés.

La escultural mujer guiño el ojo y me colocó un beso en la mejilla con sus dedos, se retiró con un caminar exquisito y solo dije.

Though the night was made for loving,
And the days return too soon,
Yet we'll go no more a roving

By the light of the moon.

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