Este escrito es parte de las entradas que hice en un blog
que he dejado morir. Decidí rescatarla por mero ego, el otro blog tenía
carácter erótico, al menos eso pretendía, y como ahora me vale mi reputación,
poco a poco iré mudando los escritos a este espacio.
Cuando uno prepara el viaje a la batalla es menester antes
ejercitar el cuerpo, si la batalla es intelectual, hay que activar la mente
entonces. Y no hay mejor campo de entrenamiento que la biblioteca de la
universidad, casa de las más grandes mentes y escenario de los mejores
discursos. Lugar donde es común sentarse entre Dante y Cervantes, y así mismo
levantar la mirada y ver pasar a las musas que inspiraron cada uno de sus
escritos. El nombre de la hermosa chica que vi era desconocido, pero le llamé
Melpómene, musa armoniosa que engalanó mi lectura pues encarnaba a la
perfección lo que Byron escribió de la bella que caminaba. Ella andaba como la
noche, con su oscuro brillo y sensualidad que invitaba a renunciar a los
sueños, todo por seguir despierto en ella.
Ella caminó frente al estante y cordialmente me sonreía,
buscó el mismo tomo que yo, y al no toparlo frunció el seño buscándolo. Yo
admiré sus tobillos delicados que sobre unos largos tacones eran cubiertos por
medias oscuras. Su aspecto era sobrio, contrastante al de una estudiante
normal, después yo sabría que ya se dedicaba a la investigación. Su falda
ajustada y camisa abierta hicieron que mi mirada escalara su cuerpo hasta sus
pequeños pero hermosos senos, ella giró a verme e identificó el libro, luego se
acercó y me pidió compartirlo. Obvio que no le negué un lugar junto a mí, pero
ella prácticamente se acomodó encima. Y recitó:
Camina bella, como la noche
De climas despejados y cielos estrellados;
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Parecía que lo hacía para ella, sabía que era como mi noche
que me cubría y en un acto de exposición me decía sus propias características,
resaltando que sobre su silueta eran mejores las sombras y la luz.
Se reune en su aspecto y en sus ojos:
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.
Me resultó inevitable excitarme sintiendo su cadera sobre
mis piernas, pero a ella no le incomodó, acomodó sus hombros en mi pecho para
mostrarme el texto. Apenas podía leerlo, era completamente imposible no mirar
bajo su escote y sentir su cabello en mi cuello.
Una sombra de más, un rayo de menos,
Habría mermado la gracia sin nombre
Que se agita en cada trenza de negro brillo,
Su cabello sedoso resultó ser mi bufanda favorita intenté
olerlo y el poema tocó una fibra nerviosa de su mente, con sus tobillos
acariciaba mi espinilla y se mordía los labios.
O ilumina suavemente su rostro;
Donde pensamientos serenamente dulces expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.
No pude evitarlo, tuve que tomarla por la cadera y ella
sonriente se acomodó, juntó sus rodillas y los pies los separó para encerrar
los míos, para leer en voz alta hizo una postura más firme, enderezó su espalda
y sentí perfectamente su peso sobre mí.
Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los tintes que brillan,
Suspiró, comenzó a moverse sobre mí, colocó el libro sobre
su pecho y me dejaba moverla, nos estorbaba la ropa, pero aún así todo tomaba
su lugar, su respiración se aceleró y volteó para sonreírme, mordisqueó un poco
el libro que tenía y con la mirada fija
en mis ojos, ella interrumpió el poema, porque a diferencia de lo que escribió
Byron, su amor no era inocente.
Hizo todo más rápido, cerró el libro y lo puso sobre sus
piernas, lo empujó contra ellas para que su falda no se subiera más de lo que
ya había avanzado, sentía sus piernas sobre las mías y eran muy calientes, su
respirar ya comenzaba a ser ruidoso, satisfactoriamente ruidoso. Ella concluyó
y arqueó la espalda recargándose más en mí, se levantó y acomodó su ropa pero
mantuvo el cabello alborotado. Me ofreció su tarjeta y me devolvió el libro.
Ya repasé el poema que necesitaba, gracias- me dijo
amistosamente- ojalá pronto pueda decírtelo pero ahora en inglés.
La escultural mujer guiño el ojo y me colocó un beso en la
mejilla con sus dedos, se retiró con un caminar exquisito y solo dije.
Though the
night was made for loving,
And the
days return too soon,
Yet we'll
go no more a roving
By the
light of the moon.
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