martes, 16 de abril de 2013

Motivación moral como principio de libertad en el sentido de la Ilustración




Introducción

Kant es por excelencia el crítico universalista, es decir, someterá todo acto inteligible a juicio partiendo de la perspectiva que cada caso no es independiente en absoluto, pues pertenece al todo como una parte cuyos movimientos y existencia alteran el movimiento universal mediante a una oportuna intervención de la trascendencia. Es así que al hablar del modo en que un individuo se comporta con respecto a su alrededor, no parte de una postura egoísta en que este pueda conformarse con su propia perspectiva conforme a su contexto, sino que su existencia y universalidad generan la necesidad de la aplicación del juicio.

En el texto ¿Qué es la ilustración? Él nos muestra una vez más su inclinación por el giro copernicano, pues, al quitar al individuo del centro de la atención y colocar en su lugar al mundo, retrae su existencia en posibilidades de condiciones y la elección de actos conforme a ellas. El hombre pues, no es una entidad ajena al curso general de las cosas y por consecuencia, su existencia puede ser favorecida o no por el entendimiento ajeno.

No obstante, el individuo no se encuentra sentenciado a seguir ciegamente una causalidad, ni dejarse a la deriva de un actuar colectivo, puede él participar de modo consciente de manera satisfactoria, siempre y cuando se sirva de su propia razón, no como una posesión en la que la verdad en él es absoluta, sino como una elección por aquello que coincida de manera congruente con la armonía general.

Por ello declara: “¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!"[1] Ya que, si el fin de la ilustración es liberar al hombre de una culpable incapacidad, solo puede alcanzarlo capacitando al hombre, y alejarlo de culpas responsabilizándolo, la valoración de la responsabilidad será conforme a la aplicación del intelecto y no a una correspondencia con el orden impuesto.

Trascendencia

El actuar del hombre no puede ser tratado del mismo modo en que se tratan los asuntos científicos, el hecho que el hombre esté delimitado por el espacio, tiempo, o las categorías, no implica que este sea un ser por completo dependiente, pues, en anteriores textos Kant nos muestra que aún en un orden natural, el mundo inteligible es autónomo, y la razón nos permite acceder a él y a la vez proyectarlo en la experiencia. Es por ello que antes de abordar por completo el tema de cómo “debe actuar el hombre”, hago menester la valoración de la moral ajena a una ciencia social y encaminada a una disciplina, porque a pesar del trato que se le dé como objeto de estudio, se conforma de una serie de acciones que corresponden a una constancia. Así pues el hombre al actuar se sirve de la ley moral como instrumento para el uso práctico de la razón como principio, y no como reacción doctrinaria.

La universalidad al contener a todo ente humano en una relación inquebrantable manifiesta la idea que “a cada acción corresponde una reacción”[2] y el hombre al participar en la naturaleza, puede mediar la relación de sus actos con las consecuencias que tendrá con sus iguales. Y es aquí donde se manifiesta la necesidad del juicio, el deber sobrepasa las condiciones de contexto y se considera un argumento a priori para que a partir de él se haga el uso práctico de la razón.

Los actos entonces pertenecen a un orden empírico y la deliberación sobre ellos a uno racional donde el deber es el marco natural, así vincula los motivos con la moral y ya no basta el estudio social, sino la aplicación de la razón en una disciplina práctica de la moral.

 ¿Qué es la ilustración?

Kant define la ilustración como un proceso en que el hombre se libera de una culpable incapacidad, incapacidad de decidir, mas no de actuar, pues el acto es en facto consecuencia de su existencia misma, pero el modo en que se dirige el acto es mediado por el juicio sobre este conforme a la repercusión en su espacio exterior. Por ello no señala su momento histórico como la conclusión de un estado ilustrado, sino en proceso de ilustración, porque continua desarrollándose dentro de una temporalidad no finita. Más que poner en duda las capacidades de la época, Kant propone el desarrollo de la misma conforme a la vista en el futuro.

La moral vista como ley natural no se reduce a establecer criterios incuestionables, sino a plantear normas para revisarla constantemente, se trata de una evaluación variable que avanzará conforme a los actos humanos habidos y por haber.

Sin la ilustración, es inevitable que haya un círculo vicioso, pues el individuo actuaría conforme a sus motivos basados en el placer, y ante un panorama insatisfactorio podría revelarse y alcanzar una solución ilegítima, que satisfaga momentáneamente el enojo pero que posteriormente generará nuevos conflictos, evitando así llegar a un arreglo definitivo, además estaría partiendo de la perspectiva unitaria, lo cual deja fuera la conciencia de las necesidades de otros que, al igual que el revolucionario, también corresponderán a la realidad con base en sus propias necesidades.

Es así como la moral sirve de vínculo entre el sujeto y el objetivo general que se manifestará como paz perpetua.

En esta reflexión Kant separa el uso de la razón en un aspecto práctico como manifestación en un orden público y uno privado. El primero corresponde a los actos en que el sujeto se manifiesta como parte de un esquema ordenado en que desarrolla una función definida por las leyes morales, es decir un cargo donde sus decisiones afectan directamente a la estructura de convivencia general.

En el uso de la razón pública, el individuo no puede anteponer su perspectiva sobre el derecho ajeno, es capaz de actuar conforme a su voluntad pero implica desestabilizar o afianzar el trabajo de la comunidad. Como ejemplo utiliza al militar, que puede discrepar de una instrucción y no obstante acatarla con plena conciencia de sus facultades y conciencia de su propio lugar en el orden general.

Esto nos plantea una problemática sobre la libertad de expresión, pues si los individuos son capaces de ejercer la razón, también podrían manifestar las observaciones que mejoren el camino a un bien común. Esto lo resolverá Kant planteando como derecho el uso de la razón en un ámbito privado, es decir que el individuo se podrá manifestar de un modo distinto fuera de su cargo conforme a sus capacidades, como militar no puede oponerse a la instrucción dada, pero como ser racional en un espacio exterior puede manifestar sus juicios sobre la congruencia con el bien común, y a su vez esta manifestación repercutirá en decisiones colectivas futuras con base en la concordancia con la razón.

La capacidad de actuar si es bien una consecuencia natural, el cómo se dirigen los actos y las intenciones de estos pertenecen a un ámbito racional, donde la mediación del juicio conforme a la ley moral genera el aspecto de libertad. El hombre es libre, pero sus actos tendrán consecuencias, por ello debe ser evaluada cada decisión conforme a la conciencia del espacio exterior.

El uso privado de la razón tiene cabida en los actos de formación de una población que los evaluará para incorporarlos a los usos públicos futuros, y así se permite una revisión constante que evita caer en un absolutismo doctrinario, haciendo de la ilustración un proceso de finalidad y no un fin impuesto.

Diferencias entre voluntad y mecanicismo

A pesar que el hombre pertenezca a un orden, no implica que literalmente sea un engrane de un mecanismo ortodoxo, pues si Kant homogenizara al la humanidad de este modo, imperaría el orden natural como un espacio donde las deliberaciones son únicas e incuestionables, retirándole al hombre su capacidad de libertad y condenándolo a una finalidad establecida e inevitable, sería decir que los actos cometidos no pudieron ser de otro modo y necesariamente ocurren aciertos y errores ya pronosticados. En cambio, si permitimos un libre arbitrio, el hombre sobrepasa las condiciones naturales para hacerse poseedor de ellas y adquirir autonomía.

En este sentido considero necesario diferenciar las causas de los actos a partir de sus orígenes, señalando la existencia de motivos y motivos morales[3], los motivos a secas corresponden a satisfacer intereses placenteros, tales como lo son el reconocimiento o la repercusión inmediata, mientras los motivos morales son originados por la valoración de las necesidades colectivas.

En un caso podríamos señalar a dos individuos que realizan un servicio, en él ayudan sin recibir pago alguno a gente vulnerable. Uno de ellos actúa considerando que es necesario para la comunidad apoyar a los necesitados para facilitar el progreso común, y encuentra en su buena voluntad un medio para alcanzar el bienestar necesario en su comunidad. Por otro lado su compañero actúa esperando como recompensa el reconocimiento a su caridad y entrega con alguna correspondencia sentimental.

Kant señala con el uso de la razón la diferencia entre los motivos en este caso, pues aunque están estrechamente ligados los individuos por realizar la misma acción, la valoración del resultado es distinta entre los sujetos, el primero evalúa su uso práctico de la razón promoviendo el bien común, ha decidido enfocar su existencia conforme a las necesidades del entorno, en cambio el segundo individuo reacciona mecánicamente al estímulo de necesidad de reconocimiento, es decir, el primero actúa conforme a una voluntad propia y discernida por el juicio, y el segundo reacciona ante una oportunidad. La primera persona no actuó por un motivo como correspondencia, sino por una motivación moral, en cambio la segunda solo correspondió a un motivo determinado fuera de sí.

Libertad

En el pensamiento kantiano, hemos revisado constantemente los vínculos entre la realidad y el entendimiento, y podemos encontrar que todo aquello a posteriori resulta dependiente de las condiciones, su determinación no puede ser autónoma, y sobre ello no podríamos fundamentar principios de libertad pues, a su vez la libertad sería un concepto derivado. Sería tomar tal cual la frase “Rasonad todo lo que queráis, y sobre lo que queráis, pero obedeced”[4], sería anteponer el actuar al pensar, dado que la importancia recae en el acto, y no en la decisión.

Para poder delimitar la idea de libertad de manera que satisfaga sin paradojas al uso de la razón conforme al bien común, necesitamos emancipar la importancia de algo dependiente y basarlo en aquello que podemos llamar sin problemas independiente, es decir, nouménico o independiente de la experiencia. Como ya habíamos planteado en párrafos anteriores, el mundo inteligible es autónomo, y su uso como referente permite una valoración imparcial. Si se considera como premisa el uso del deber en un aspecto meramente práctico, el acto moral solo sería una postura subjetiva, no obstante al tomar un referente general hace objetivo.

Así pues la voluntad mantiene su libertad ante los prejuicios impuestos, las condiciones espaciales y temporales, y al adoctrinamiento, queda dispuesta a la valoración personal sobre un panorama general, la libertad no está condicionada, solo se delimita conforme a la capacidad racional del individuo.




Conclusiones
Después de la evaluación de la postura Kantiana del actuar correspondiente a la razón, no puedo evitar entender al deber como un ejercicio práctico de una naturaleza inteligible, la mediación de actos conforme a necesidades y no la simple reacción estimulada.
Menciono las características que debe cumplir la evaluación de un motivo moral:

            Racionalidad: El motivo moral tiene que surgir de la razón pura del individuo, en cambio no puede provenir de sus impulsos, emociones, sentimientos, deseos, etc.

            Universalidad: El motivo detrás de las acciones morales tiene que ser tal que todos los seres racionales sean capaces de experimentarlo, sin importar las condiciones particulares y la situación emocional en que se encuentren.

            Necesidad: Dado que todos los seres racionales, en tanto tales pueden experimentar ese motivo, entonces podemos fincar sobre él la normatividad.

            Aprioricidad: Dado que ese motivo no es de origen empírico, sino racional, lo conocemos a priori, con independencia de las diferentes sensaciones o emociones que experimentemos en un momento determinado.

            Autonomía: Este elemento tiene que ser generado solamente por nuestra voluntad sin ningún tipo de condicionamiento externo.

El libre uso de la razón entonces no está encadenado a un determinismo conforme a condiciones inapelables, puede ser mediado a voluntad propia, y aunque irremediablemente va dirigido al fin común, la diferencia de los entendimientos permite una identidad del actuar. La razón práctica no es un fin, sino una finalidad.


[1] Kant toma esta frase como lema absoluto de la ilustración, pues, la ilustración libera al hombre de actuar ciegamente apegado a las normas impuestas, y le permite elegir, siempre y cuando lo haga mediante un razonamiento justificado en la valoración de la trascendencia de sus propios actos.
[2] La postura universalista kantiana coincide en principio con la propuesta científica de Newton en que los objetos, por el simple hecho de existir se manifiestan interactuando con su rededor. El físico inglés propone las “leyes naturales” como principio de la relación acto – consecuencia.
[3] Para no separarnos de la propuesta kantiana, se considera la participación con razón como aquella que se motiva por la moral y no por apetitos, señalando la diferencia entre actos deliberados mecánicamente y aquellos que se consideran mediante la razón.
[4] Kant señala esta paradoja como un recurso para mostrar una posible interpretación sobre el uso del juicio público y privado en donde el peso recae en el aspecto meramente fenoménico, mediante la concordancia directa entre el pensar y los actos.

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