jueves, 16 de febrero de 2012

Gabriel y la piedra verde.

El sello de Esmeralda

Los Galante son una respetada y reconocida familia que siempre ha tenido un buen nivel de vida, varios negocios y una fortuna muy mencionada por la alta sociedad de la ciudad de México, la ha hecho tema de conversaciones de admiración, y a la vez de envidias. No sospechaba el señor de la casa que pronto su esplendor causaría la ira de otros.

Edith, una accionista en la empresa de esta familia siempre ha estado enamorada del jefe familiar. Sin embargo había un matrimonio sólido e hijos de por medio que le evitaban acercarse a él, ello aumentó siempre una envida contra la esposa de su amado. Gabriela, la esposa, era una mujer muy hermosa y generosa, parecía que no tenía enemigo alguno, pero en la contemporánea mujer que acompañaba en los negocios a su marido se hallaba alguien que estaba dispuesta a lograr su cometido incluso si eso implicara pasar por encima de ella misma y su cadáver.

Gabriela siempre estuvo tan orgullosa de su primogénito que se llamaba como ella, un pequeño Galante que aunque era tímido y algo enfermizo, representaba para ella el motivo de sus esperanzas.

Edith conocía cada cosa de la casa de los galante, sabía desde dónde podría encontrar mantequilla fresca, hasta el sitio donde escondían sus secretos, y el tener conocimiento del campo le facilitó el poder hacer una trampa para alguien ingenuo como su némesis así como para poder provocar una discusión.

Gabriel cumple cinco años, sus padres deciden realizar una pequeña recepción para celebrarlo, en próximos días el niño entrará a la escuela y eso le atemoriza, por ello su madre propone juntarlo con otros pequeños de otras familias para que pierda el temor por separarse a diario de ella, la fiesta es tranquila y mientras ejecutivos ríen de chistes financieros algunos niños rodean a Gabriel para ser hostiles.

-Está muy feito- una niña más alta y muy linda le dice a su hermano escondiéndose detrás suyo.

-Sí, parece ratón, ¿Nos enseñas tus dientes?, ratón de los dientes- contesta el hermano.

-Yo creo que nos podría morder- replica otro de los infantes.

-Ya lo veremos- el hermano de la niña linda forzó la boca de Gabriel para burlarse de la dentadura de este.

Los niños forcejean y se vuelcan en el piso donde llaman la atención de los adultos que corren a separarlos, para cuando la tía de Gabriel, Esmeralda llega para tomar al niño, este ya había mordido a su agresor. Aunque el niño mayor logró propinarle un par de golpes en la nariz al pequeño, la mordida le dolió lo suficiente como para hacerlo llorar, la sangre de Gabriel manchando la mano del niño asusta a los demás de su edad que incluso creen que le arrancó el dedo.

Un instante después el percance y la impresión en los infantes causa que termine la fiesta, en la cocina discuten Esmeralda y Gabriela, Esmeralda a pesar de ser mucho más joven tiene un carácter más fuerte que la madre del pequeño tachado de salvaje. Ella es la hermana de su padre y desde niña celaba a su hermano mayor, por ello siempre fue muy fría criticando a Gabriela y oponiéndose a cada consejo suyo. Ella considera que la fiesta era inapropiada para Gabriel ya que lo tenía muy consentido, en consecuencia el niño era un malcriado que agredía a otros niños. Gabriela le reclamaba que su hijo era incapaz de ser violento, apenas y podría defenderse y que era muy amoroso, aunque no vio el motivo de la pelea, ella está segura que el otro pequeño lo provocó.

Don Federico, padre de Gabriel sufre de ver a las mujeres más queridas para él discutir sin que alguna pueda contenerse. Paciente anhela que simplemente a que dejen de pelear y confrontarlo.

Edith al ver esto decide sacar provecho e invita a Federico a una habitación donde habla con él, le plantea que Gabriela es una mala madre y no le conviene seguir con ella, a esto Federico se opone con molestia y decide abandonar el sitio. Edith no toma con calma la afrenta y está dispuesta a tomar una medida extrema, al ver las discusiones frecuentes entre Gabriela y Esmeralda considera que son enemigas, y será sencillo plantar un homicidio entre ellas sin que sea señalada ella como la autora.

En la semana siguiente Edith logra acceder a la alacena para mezclar un modesto veneno con las bebidas de la familia, el plan consiste en eliminar a Gabriela e inculpar a Esmeralda, las cosas marchan como espera hasta un día en que los esposos toman el té en su habitación.

-Considero que deberíamos internar a Gabriel en un colegio semi militarizado- Federico le comenta a Gabriela- Esmeralda me ha hecho la observación de que el niño aprenderá a valerse por sí mismo.

-¡Estás loco!- La madre amorosa se hiere y reclama- ¡no me alejarán de mi pequeño!

-No es para alejarlo, es para que él aprenda a defenderse y tú aprendas a dejarlo solo, no es sano que lo sobreprotejas.

-Mira Federico, él es muy pequeño, y tú tomas la salida fácil, sabes que esa no es una solución.

-Sé que te molesta, pero ya comencé los trámites, un colegio de cadetes ya me convenció y en poco tiempo lo aceptarán.

-Si tú o Esmeralda hicieran algo así, no se los perdonaría jamás.

Federico tomaba rápidamente su bebida durante la discusión y comienza a soltarse la corbata sintiéndose mal.

-¿Qué te pasa Federico?- Gabriela con preocupación lo apoya.

El señor había tomado demasiado veneno y conjunto a algunos medicamentos que tomaba para los nervios comienza a delirar.

-¿Qué le pusiste a esto Gabriela?

-Nada, ¿Qué ocurre?

Federico cae al piso, aunque la familia de inmediato lo auxilia y lleva al hospital, el señor no sobrevive. Edith lamenta el fallo y que las mujeres no hayan enfermado antes, ella no consideró los medicamentos de Federico y ahora su amado está muerto, decide alejarse del proceso. Las investigaciones descubren del envenenamiento cotidiano y Esmeralda apela a que fue Gabriela quien indujo la muerte de su esposo al saber que enviaría al niño lejos.

Las pistas eran confusas, pero el empeño de la hermana da resultado y se condena a Gabriela a una larga condena. Edith ya sin objetivo desaparece de la vida de los Galante y el pequeño Gabriel es dado en adopción a su tía. Ella pretende darle una educación rígida, cuando el niño se entera decide escapar y de noche sale por una ventana.

La tía descubre tarde la ausencia y para entonces Gabriel ya se ah convertido en un niño de la calle. Sin siquiera saber cruzar una avenida, el pequeño logra sobrevivir algunos días pidiendo limosna y alejándose de su hogar, el hambre lo hace llegar a un mercado donde se esconde en un camión de fruta. El Transporte lo lleva aún más lejos agotando las esperanzas de la búsqueda, al llegar a un sitio lejano, Gabriel abandona su escondite para adentrarse en una colonia humilde, ahí se acurruca en las noches en donde puede para terminar desmayándose en la entrada de una pequeña iglesia.

Ya no era horario en que mucha gente pasara, por ello quedó ahí dormido por algunas horas hasta que lo encontrara en sacristán cuando salió a cerrar, asustado entra corriendo a la capilla en búsqueda de ayuda.

-¡Padre Salomón, Padre Salomón, hay una criatura en la entrada!- Grita el sacristán a la única persona en la iglesia.

Se trata de la modesta parroquia de San Daniel Comboni, Ahí el Padre Salomón rescata a Gabriel con atención médica que puede suministrar, al inicio no logra hacerle hablar peor su carácter no es opresivo, por ello lo tolera por casi una semana. Un domingo mientras se oficiaba misa, Gabriel se levanta tras oír las campanas y se presenta en la capilla asombrando al padre que daba la comunión.

El padre Salomón deja de repartir las ostias dejando encargado a un feligrés mientras corre a abrasar a Gabriel, llorando lo presenta a la comunidad y le permite permanecer a su lado el resto de la misa.

A partir de ese momento una polémica surgiría alrededor del huérfano de San Comboni apodo que terminarían dándole, mucha gente pidió entregar al niño a una investigación y otros pidieron fuera aceptado como huérfano en la iglesia, esto causó que aumentara el silencio de Gabriel.

Para entonces ya habría pasado un mes y su tía habría declarado por muerto al niño, en la pena de la familia que quedaba se aceptaba que el heredero de los Galante había perecido, y con ello el futuro de las compañías. Cuando agentes investigaron al niño no le dieron importancia y no se pudo comprobar su procedencia, EL padre Salomón le había tomado aprecio y solicitó que se quedara, eso no fue complicado ya que las autoridades le dejaron la custodia a la iglesia.

Gabriel fue acomodado en una habitación y los primeros días se le llevaban los alimentos a ella, el niño no quería salir y eso preocupaba al sacristán y al Padre que rezaban todo el tiempo por él. Una mañana el pequeño se levantó con curiosidad y recorrió los jardines hasta toparse al Padre con un atuendo extraño y haciendo raros movimientos con un especie de palo con forma de espada.

-Gloria a Dios, veo que ya has decidido salir- El sacerdote sonriendo se acerca al niño.

-¿A qué juega?- Gabriel con curiosidad observa la espada.

-No es un Juego pequeño. Es un arte japonés que se llama Kenjutsu, ¿te gusta?

-Sí, ¿me enseñaría a usarla?- Señalando la espada.

-Claro, pero antes debo saber cómo te llamas.

-Me llamo Gabriel.

-Como el Ángel…

A partir de ese día Gabriel se desarrolló con una formación envidiable en la edad media, con estudios extra a los que le ofrecían en la escuela a la que asistía, la biblioteca del sacerdote era basta y el interés del infante no le quedaba chica, además practicó artes marciales en la tranquilidad del templo a diario fortaleciéndose en cuerpo y alma. Lo único que lamentó el religioso fue que el niño creció tan dedicado a aprender tantas cosas que dejó a un lado su vida pasada y fue imposible más tarde averiguar sus orígenes.

Pasaron los años y Gabriel se convirtió en religioso, era un adolecente e ingresó a la Universidad Pontificia con la mayor aprobación de sus padrinos, tanto el Padre Salomón como el Sacristán Jonás.

Gabriel era un hombre nuevo, ignoraba por completo su pasado y se formó únicamente con las enseñanzas de justicia que le daba el sacerdote y las historias que narraba Jonás sobre su vida anterior a la iglesia.

Salomón inspirado en la figura bíblica del mismo nombre compartió todos sus libros con Gabriel, y aunque siempre fue un impecable religioso, también era un adicto a la poesía, sobre todo exaltaba a los autores más románticos y esa mentalidad también fue transmitida a su discípulo.

Jonás había sido un obrero y trabajador de maquila mucho tiempo, siempre le dijo al joven que se sentía devorado por el sistema hasta que se dio cuenta que no solo podía vivir buscando dinero y gastándolo en los vicios, además Jonás tenía varios talentos plebeyos con los que ganaba admiración en las cantinas, algunos de sus trucos sucios se los enseño al novicio.

La vida de Gabriel lo hizo ir a muchos sitios eclesiásticos, entre ellos a un orfanato donde conoció a una chica, su corazón s emocionó al verla, peor ya tenía sus destino dedicado a Dios, por lo que frustró sus fantasías con la monja, él era muy apuesto y causaba furor entre las mujeres, sin embargo ella no lo juzgó por su físico. Su nombre era Graciela y era muy hermosa pero ciega, ella no conoce la luz y a pesar de ello siempre cuidó a los niños.

Cuando la economía del orfanato decayó, Gabriel optó por hacerse de recursos para apoyar a Graciela. En las noches el novicio salía y atracaba a delincuentes para hacerse de fondos que donaría después.

Una noche arrepentido por su doble moral el joven subió a llorar al campanario, el viento era fuerte y a lo lejos chocaban seres muy poderosos, el destello no le fue indiferente y observó al amanecer el cese de la actividad. Era día de San Gabriel Arcángel, por ende día de todos los ángeles y un brillo verde se dirigió hasta él impactando en la campana cercana.

Gabriel fue derribado por la misma campana y cayó cerca de diez metros al jardín, ahí sintió sus huesos rotos y la sangre ahogándolo, su vida pasaba frente a él y recordó lo de su familia, nostálgico se resignaba a una muerte sin haber regresado a casa.

La piedra verde brilló y descendió hasta él de ella una vapor tomaba forma, Gabriel pensó en su madre y ese vapor se hizo a su imagen.

-Mamá, lamento no haberte ayudado- el chico decía con esfuerzo.

-Nadie me tiene que ayudar, tú estás muriendo y no te ayudaré, no soy tu madre- como otros espíritus, este ignora los deseos de quien lo presencia.

-Sé que hice mal.

-Hayas hecho bien o mal, tu carácter es tu destino.

-Entonces moriré sin haber ayudado realmente a la gente, sin pagar lo que me dieron.

- Descansarás en paz.

-Si hubiera tenido una segunda oportunidad…

-Las oportunidades están para quien se sacrifica.

-Lo haría si pudiera.

-¿Dejarías que viviera en ti?

-Siempre has vivido en mi recuerdo madre.

-¿Y, en tu cuerpo?

-Corre tu sangre por mis venas- irónicamente tose y escupe dicho néctar.

-Te equivocas, nunca he estado contigo.

-Sería mi segunda oportunidad.

-Si me permites entrar, te sacrificarás y yo viviré en ti.

-Ningún placer sería más grande que sentir tu amor.

-¿Dirás palabras de compromiso? Palabras del corazón.

-Tu nombre es como ungüento derramado, por ello las doncellas te aman.

-¿Y qué más?

-Los hijos de mi madre se airaron contra mí, me pusieron a guardar viñas.

-Entraré en ti humilde persona.

-Las vigas de nuestra casa son de cedro, y las vigas de artesonado.

El espíritu del sello de esmeralda cubre el cuerpo de Gabriel sanándolo, el muchacho se reincorpora sintiendo una gran fuerza y ganas de salvar su segunda oportunidad, ahora se sabe más fuerte y sabe que debe redimirse, encontrar a su madre y salvar al orfanato de Graciela.

Al día siguiente el sacerdote le comunica que como misionero deberá ir a tierras lejanas en un futuro y compartir la palabra de Dios. Un ardiente deseo de probar sus límites invade a Gabriel, no le molesta el irse lejos, sino no ir con su amada.

-Créame Padre, así como su justicia me ha dicho… Compartiré mi poder con todos por igual.

Esa tarde surge un justiciero que cree en repartir a todos lo que merecen.

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