Este escrito es parte de las entradas que hice en un blog
que he dejado morir. Decidí rescatarla por mero ego, el otro blog tenía
carácter erótico, al menos eso pretendía, y como ahora me vale mi reputación,
poco a poco iré mudando los escritos a este espacio.
Ella… Un capullo tierno que se estrenaba en la madurez
decidió ir a la Facultad con su uniforme de colegio privado; Falda corta a
tablas, calcetas largas, camisa y corbata, además sus zapatos eran de charol
blanco.
A pesar que era febrero, ella llevaba ropa ligera, su falda
permitía ver sus muslos sin mucho esfuerzo, y su postura recta al sentarse
resaltaba sus demás atributos. Aún no llegaba nadie al salón y la jovenzuela
tenía frio, no obstante se imaginaba siendo observada. Para su fortuna llegó un
pensamiento, y al verla solitaria le tendió su mano.
Ella de inmediato reconoció su aroma a papel y tinta, sabía
que se tratada de alguien que frecuentaba las letras. Ella no pudo evitar que
su ceja demostrara que lo veía de reojo, cuando él se pasó por frente suyo le
sonrió fraternalmente y se sentó a su lado. Ella notó el modo en que él abría
el libro que ya iba a la mitad y se imaginó que lo mismo podría pasar con ella.
Su piel se enfrió y sintió como si el índice de su compañero le recorriera la
pierna buscando el sitio indicado para conocerla.
Ella cerró los ojos y se imaginó ser leída como a una
historia interesante, que la tomaran con los ojos y con una cadencia cada vez
mayor la fuera desnudando. Ella quería que él entrara en ella tanto como en el
texto y su cuerpo fuera percibido como una historia que él aprendiera de
memoria. Cada acento sería una gemido y cada párrafo suspiraría. Solo quería
ser su historia que se reescribe y reescribe cada vez con un puño más firme, y
dedos más sutiles.
Tuvo miedo, el solo compartir el salón con él y le elevaba
la temperatura, aunque hacía frio afuera, en su interior ardían sus ganas por
compartir. Su joven corazón no cabía en su pecho, así que lo descubrió para
permitir a, su ahora dueño el percibir sus sabores. El aire que corría bajo su
falda ya no le enfriaba, las manos de su querido imaginario le compartían calor
con cariño.
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