lunes, 2 de junio de 2014

Del cajón Prohibido #5: Ella piensa... Algo

Este escrito es parte de las entradas que hice en un blog que he dejado morir. Decidí rescatarla por mero ego, el otro blog tenía carácter erótico, al menos eso pretendía, y como ahora me vale mi reputación, poco a poco iré mudando los escritos a este espacio.



Ella… Un capullo tierno que se estrenaba en la madurez decidió ir a la Facultad con su uniforme de colegio privado; Falda corta a tablas, calcetas largas, camisa y corbata, además sus zapatos eran de charol blanco.

A pesar que era febrero, ella llevaba ropa ligera, su falda permitía ver sus muslos sin mucho esfuerzo, y su postura recta al sentarse resaltaba sus demás atributos. Aún no llegaba nadie al salón y la jovenzuela tenía frio, no obstante se imaginaba siendo observada. Para su fortuna llegó un pensamiento, y al verla solitaria le tendió su mano.

Ella de inmediato reconoció su aroma a papel y tinta, sabía que se tratada de alguien que frecuentaba las letras. Ella no pudo evitar que su ceja demostrara que lo veía de reojo, cuando él se pasó por frente suyo le sonrió fraternalmente y se sentó a su lado. Ella notó el modo en que él abría el libro que ya iba a la mitad y se imaginó que lo mismo podría pasar con ella. Su piel se enfrió y sintió como si el índice de su compañero le recorriera la pierna buscando el sitio indicado para conocerla.

Ella cerró los ojos y se imaginó ser leída como a una historia interesante, que la tomaran con los ojos y con una cadencia cada vez mayor la fuera desnudando. Ella quería que él entrara en ella tanto como en el texto y su cuerpo fuera percibido como una historia que él aprendiera de memoria. Cada acento sería una gemido y cada párrafo suspiraría. Solo quería ser su historia que se reescribe y reescribe cada vez con un puño más firme, y dedos más sutiles.


Tuvo miedo, el solo compartir el salón con él y le elevaba la temperatura, aunque hacía frio afuera, en su interior ardían sus ganas por compartir. Su joven corazón no cabía en su pecho, así que lo descubrió para permitir a, su ahora dueño el percibir sus sabores. El aire que corría bajo su falda ya no le enfriaba, las manos de su querido imaginario le compartían calor con cariño.

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