martes, 27 de septiembre de 2016

Carta desde la tercera base.



Srta...

Una vez como muchas, me da gusto saludarle, algo inquieta a mi mente el hecho de saber que a su vez usted está inquieta esperando esto. Y no es para menos mencionar que eso es raro pues las cartas suelen llegar por sorpresa o a destiempo, quizá sólo hubo una vez alguien con conciencia que le llegarían albricias y letras gustosas esta noche insignificante, pero que se sabía motivo de agradecimiento, se sabía como lo festivo, como si un aniversario a su lado exigiera una oración de gratitud emulando a aquel punto del decálogo que dicta que... –debes santificar las fiestas-. Sí, así con el dedo arriba y haciendo voz de señor enojón. Y como ella sabía eso, y las consecuencias de ello, procuraba educar el festejo para desviar los sentidos de fanatismo y hacer de este posible discurso uno auténtico, uno propositivo y que dejara algo que no conquistara una noche, sino que al amanecer me hiciera seguir siendo un buen hombre.

Lo siento, en verdad lamento que jamás de los nuncas podamos pasar de una docena de palabras sin hablar de ella, quizá ello sea uno de los motivos fuertes para que seas tú quien me ayude a pretextar algún gesto de gratitud con la vida, más ahora que soy un bosque seco con forraje a expensas de una llama, que si antes consideraba a las deidades como males del espíritu, ahora son el mal en sí, una maldición del alma llamada Dios, el que es, o en mi caso... ella, quien era ella. Y como tú eres quizá la única espectadora con estómago y ojos para presenciar mis mutilaciones; con nervios firmes para mantenerse neutral, blanca, pura... Casi casta. Por ello, prefiero que esta noche seas abanderada de mis amigos, esa lluvia que me riega con la esperanza porque florezca antes del próximo verano y evitar que arda y arrase con toda vida que alguna vez haya estado en mí.

Y en verdad, después de pensarlo un buen rato, siempre te he visto pura, casi en cualquier sentido... Incluso a sabiendas de tus experiencias, tus gustos y preferencias. Incluso aún cuando fuiste la persona a quien llegué corriendo para contarle mis pecados. Ambos seguimos saludándonos como Srta. Y Srto.

Puro para ti y para mi es a ´priori, nuestro sello kantiano que siempre tendremos como si fuera la marca de la bestia, así nos lo enjuaguemos con fuego nihilista, con radiaciones de éter clásico, incluso si nos desconstruimos con postmodernismo, siempre tú y yo cederemos ante el deber, ante lo sintético, ante el silencio obligado que evita hablar de la cosa en sí. Tú y yo, siguiendo cariños paralelos, emocionándonos con emociones, admirándonos con lo admirable y corriendo por corredores, formándonos armas de muerte ya sea con artes marciales para el cuerpo o discursos para almas. Tú y yo seguimos aquí, ustedes siguen ahí, hay voluntad en el ahí.

Sé que no tendríamos que hablar de un nosotros como equipo aparte, que entre tú y yo las historias deben ser murallas, que al dormir juntos apenas podemos rosarnos los dedos, que somos tan prohibidos como Hefesto y Atenea, por lo cual ... En teoría yo debería terminar con la Zorra más guapa, jajaja.

Ay merecedora, siempre me orillas a bromear, a espantar las pasiones, no hay duda que si la filosofía es la mayor expresión de la amistad, ella es análoga a ti, tú, gran amiga. Querida cuestionante sin cuestiocamino que va cuestionando al preguntar, y que al preguntar y mirar atrás... Va bailando salsa sin ver a quien pisará.

¿Recuerdas aquel sueño que tuviste hace años? Uno que pudo habernos cambiado la historia y que estuvo a punto de lanzarnos a vivir en el mismo techo, nunca me diste detalles pero yo era tu héroe y te salvaba de no sé qué, y no me escondías tus secretos, más bien yo tan tonto que no te los preguntaba, me la pasaba hablándote y poco hice por entrevistar a la chica más enigmática de nuestra generación, esa niña que corría de los salones como luminaria de los encabezados, que causaba una intriga extraña en las mentes (en teoría) más ilustradas del país. Un espejismo para muchos, un fantasma para otros, alguien a quien perseguir para mí. Pero qué ironía de la vida, que dijera que comenzaría yo en tu cacería, que cuando te esperaba en tu salida en los pasillos  forjara amistades con los que también se quedaban afuera, que... Llegó el día que a lo lejos te admiraba, solitaria, tranquila, serena ante un suave soplo de otoño y que al decidir acercarme a ti, me sorprendías pues fuiste quizá la primera dama en confesarme que me estaba esperando, y no recuerdo para qué.

En verdad, contigo me siento como drogado, confundido y mareado, el dolor que Abraham enfrentó al estar a punto de sacrificar a su hijo tú lo contabas como si fuera un ungüento ante mis males de amores. Si Abraham es el amigo de dios, tú lo sacrificabas para hacerte amiga del hombre.

¿Qué confianza tienes en mí? Dime, porque me aplaudes en mis errores, porque reconoces mis logros, porque en los aforos buscas sentarte cerca. Ello me hace pensar que si te entiendo, entenderé lo que es la amistad. Porque resulta que me ves bello, que me entiendes bueno, que lo que detallo te parece atento. Dime cómo agradecerte, porque debo hacerlo así con mucha gente.

Amo tu sonrisa eterna, ese falso colmillo que se asoma, esa mano extrañamente larga que me queda en tus dibujos y que termino disfrazando con bolsas o arreglos, adoro tu nombre aún más largo que tu brazo y lo más genial, ese instante en que rematas mis historias y estallas a carcajadas, porque, terminé haciendo lo absurdo, a lo que tú llamas increíble, lo que yo llamo fracaso, tú le dices gesto hermoso. Y te ríes, y me miras intentando respirar normal, y con el acento más solemne derribas todos los cristales rotos para que no me corte con mi discurso y dices: -No sé porque no te ama-.

Te había dicho que te hablaría del saber, pero he dado vueltas en dudas y dudas, como si fuese un ente socrático que no sabe nada. Dime amiga, ¿Qué sabes de mí? Parece que estos años tú sabes más de mí que yo, porque levantaste los pedacitos que se me cayeron al ir tras ella, y hoy... Me los pegas en el rostro como si fueran estrellas, haces que mis heridas sean mías, pero aún más mis pequeñas alegrías, te esmeras porque esos recuerdos dolorosos los goce con orgullo... En serio, te imagino retocando mi cara como si se tratase del cielo y tu mano es la noche, y su paso es una oscuridad que revela los destellos que no se ven en el día, eres consuelo, eres la pregunta por la ganancia, la mujer que cura, la que me llama merecedor a mí.

¿Sabes?

Lo que yo te digo ahora es público, creo que ya lo sabías, siempre me preguntas lo más íntimo, lo que con otras vivo sobre o bajo las sábanas tú lo sabes, y por eso te elegí, porque muchos entenderán que si hoy puedo verte de frente preguntándome eso, es porque lo preguntaría frente a todos y todos podrían estar en tu lugar, porque te preocupas por mí como todos, porque todos se preocupan al igual que tú, de una forma especial.

Nietzsche tenía razón al decir que una persona inferior es la que llama a todos iguales, y eso me dice tu amistad tan única, que todas lo son igual de únicas, igual de especiales. Ese detalle que tuviste hace años en mi otro cumpleaños ha sido algo de lo más bonito que alguien me haya regalado. ¿Lo recuerdas? Me pediste algo valioso argumentando que lo querías mucho, que también era valioso para ti, sin embargo mi cachivache tenía una historia simple, lo tuviste y... Me lo regalaste en mi cumpleaños. Cuando lo necesité, tuve que vender algunos tesoros y tú, así como ustedes, cuidaron que no volaran tan lejos, pero esa foto apócrifa, tú la adquiriste como si se tratase de reliquia, fue tu tesoro que te rememoraba las horribles mañanas de domingo en el Beisbol, dijiste que las quemaduras en tu piel de infante te hicieron odiar esos campos de diamante, que odiabas a los diablos y sólo por eso te hiciste tigre. Pero que querías la foto, porque te acercaba a tu papá... Y ahora es el momento de la carta en que lloro.

Oh sorpresa, comprabas mi regalo de cumpleaños...

¿Cuál era mi regalo? Sólo escucharme, saber algo de mí, saber lo que me gusta, compartir mi recuerdo y hacerlo especial sólo diciendo que es especial.
Gracias amiga, por batear bien cuando hay casa llena, y batear mejor aún cuando necesito tiempo para correr y cuidando que no sea hit en contra.


Te quiero.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Carta desde aquí... Pá la Realeza.



Con el corazón para la princesa...

Buenas noches, o días... Disculpa, no sé en qué momento lo leas pero de seguro cuando eso suceda tengas un poco tenso el ceño y los labios juntos, ya me imagino tu expresión de chica enojada a punto de romperte ante la risa, el rostro bello y serio con el que siempre me saludabas y que un instante después dibujaba una enorme sonrisa, ¿Sabes? Me encanta tu sonrisa, quizá porque me costaba algo de trabajo ocasionarla, quizá porque te la pasabas sonriendo cuando nos juntábamos, ahora estoy sonriendo.

Seguro es el saludo más absurdo que alguien te ha escrito, ponerme a hablar de risas cuando mi intención era concretar un compromiso añejo, una de nuestras Pinky Promise con el puño. Aunque te confieso que pensé que lo haríamos tirados en el sillón con un café y con Bach de fondo, pero ¿a quién engaño? Seguro terminaríamos como siempre, tirados; pero con cerveza y quizá música bailable porque... Me encanta bailar contigo y con tu sonrisa discreta, tus palabras mientras girabas y ese abrazo tuyo con el que me recordabas algunos planes; pero sigo alejado del objetivo prometido... Platicar de leyes.

Estuve pensando mucho en ti y tu compañía, aunque varias veces nos molestábamos terminabas riendo y empujándome a hacer locuras, como si fuera yo tu campeón en hablar o actuar en público. Era tu candidato, tu orador, tu guionista y hasta tu mago. Creo que siempre me terminaste haciendo sentir mejor, y recuerdo habértelo confesado; que me hacías sentir orgulloso, evitabas que sintiera vergüenza por reflexionar. Y ahí... en escenarios lejos de sobriedad me dabas una cátedra importante sobre el derecho más básico: El derecho a sentirse querido.

Y es que íbamos a tirarnos a hablar de leyes, ¿no? Sobre derecho y el estado de garantía, cosas así, algo un poco distinto a los sabores de cervezas, los costos del vino o la estética arquitectónica del cosmos, las tradiciones de occidente o las fantasías de oriente, las ironías bíblicas o las paradojas de la ciencia, del poder omnipotente del Monstruo volador de Espagueti o de la nula garantía de la misericordia del olvido, desde Roma hasta el final del mundo.

¿Sabes? Hace unos días fui a la Universidad Pontificia a unas charlas, me sentí en la meca del Ku Klux Klan. Eso porque el tema es uno muy polémico estos días: La ideología de género. No me preguntes cómo llegué ahí, eso saldrá poco a poco como todo, lo importante es que por primera vez salí de unas ponencias realmente enojado, quizá hasta triste. Había autores que se consideran autoridades en sus campos, uno es de hecho autor de libros que ocupo para algunas clases, bueno... En realidad no es muy buena la bibliografía de la Anáhuac, pero... A veces el ser profesional nos exige poder comprender a la gente boba que relaciona la psique con Dios.

Yo sé que muchas veces parto mi discurso de odio de la crueldad divina, pero esta vez intenté ser tolerante con los intolerantes, y no porque sea simpatizante de la familia gay o las posibles consecuencias del cambio de la familia nuclear, sino porque como sabes... Creo en el derecho a ser amado, y aunque no me consta por ser beneficiario alguna vez percaté que la gente se ama, y en consecuencia... vivían felices.

Ojalá pronto pueda exponerte el discurso completo con el que la psicología integral/personal y la fe se contradicen, pero por ahora mencionaré un par.

Rodrigo Guerra... Promotor de la antropología filosófica personal y destacado por su trayectoria en México y el extranjero; se atrevió a señalar que si permitimos la formación de derechos a partir de preferencias, terminaríamos legalizando cualquier barbaridad. De inmediato se me vinieron a la mente tipos gritando que legalizaran la marihuana o a las de 15, a veganos exigiendo en un futuro cercano la formalización de familias de especies múltiples, y no sé... A mi compañero del trabajo casándose con su Mustang. Pero mi costumbre problematizándola de inmediato reaccionó, dime querida Princesa... ¿La libertad de culto no es un derecho con base en preferencias?
¿Acaso no las garantías individuales están llenas de preferencias? Al menos las preferencias sexuales tienen un referente tangible, en cambio las religiosas sólo se basan en el imaginario, hasta cierto punto el derecho a creer en lo que quieras, es el derecho a ser ignorante. Pero esta gente... Me siento tan molesto, quieren descartar ideas de familia por incongruencias fisiológicas, porque un papá sin pene no es papá o una mamá con pene no es mamá, mientras que por otra parte gritan que todos somos hijos de un señor que ni siquiera tiene cuerpo.

...

Perdón por manchar con rencores nuestra charla, pero pocas personas se quedan a mi lado cuando me visita la furia, y tú... Con una sonrisa me acompañas en mi tragedia, me dices que las cosas estarán bien, me acompañas en el éxito sin estar pensando en otra parte, por el contrario te importo cuando se supone que soy importante. Gracias porque las layes en que crees son aquellas donde el amor y el perdón no es cosa extraterrenal, sino parte de la dignidad humana.

Gracias Princesa, por ser democrática, por sonreír ante los defectos, por confrontarme con coraje cuando es propio y por defenderme de mí mismo cuando soy ese monstruo agresivo reactivo.
Frankenstein hizo un monstruo ante sus ojos, pero él sólo tenía culpa por existir a causa del capricho ajeno, Ese monstruo cometió crímenes por el único deseo que tenía que era ser amado, sólo exigía un derecho intrínseco a la naturaleza de la cual partió su creación, y no lo consiguió. Tú me ayudaste a dejar de ser un monstruo.

Con completo cariño para ti... Abraham.


domingo, 25 de septiembre de 2016

Carta desde acá.



Querida Dama Blanca…

¿Recuerdas que quedamos en escribir una carta de amor?

Lamento un poco que no tuviéramos tiempo de tirarnos con nuestra actitud intelectualoide, un café y hartas ideas para hacer el amor con letras que eleváramos al cielo con la ilusión que al igual que el vapor, un día se condensaran y llovieran gotas de romance y salpicaran con sus conceptos a todo transeúnte, recuerdo que querías que escribiéramos lo que era ese amor verdadero como si se tratara de lo más íntimo en los huesos del hombre, esa sustancia mítica que los hace a todos iguales y a la vez nos empuja a pensarnos únicos. Pero no pudimos, y al igual que siempre, terminé por abrazar y besar tu espalda mientras discerníamos sobre el único amor verdadero del que hablo desde los años que el amor dejó de ser un sentimiento y se volvió tan complejo que envolvía poderes sobrenaturales que jamás entendía, si, hablábamos de esos amores que evolucionaron en ideales y que siempre iban dirigidos al mismo nombre, ese nombre que hace de mi historia una ruta satelital que orbita el campo gravitacional de un astro que jamás he de tocar, ese nombre que ahora en mi subconsciente cumple la función de ser quién es y con una entonación casi quebradiza en mi boca es suficiente para invocar a la memoria del ser cuasi divino que me muestra el orden del cosmos y a la vez me encierra en el caos de mi mente en soledad, porque, ¿qué puede confundir más a un hombre que una maraña de caminos si no es hacerlo un ente sin la capacidad de discernir entre una maraña y un camino? Como sea, ahí, fundidos en nuestra indiferencia por el pudor público y los buenos modales, dábamos cátedra desvergonzada de recuerdos dañinos, y como si fuéramos arqueros troyanos afinábamos cada palabra para que quienes envidiaban nuestra postura supieran de lo que hablábamos, y más que entenderlo, lo sintieran, les llegara hasta detrás del pecho y se encarnara en ellos como las flechas de Diana en Orión. Si, algo en mí quería que ellos también sufrieran lo que sufro cuando me acuerdo de la otra dama, aquella, la niña de siempre.

Pero estabas ahí, diciéndome que aunque te irías yo debía de aprender a saborear mi dolor, disfrutar incluso en mis momentos dolorosos porque… cuando yo sea el momento doloroso no lo podré sentir. Y no estoy seguro si nuestro cariño reacciona mejor cubierto de muerte, pero por ese instante lograste colocar en mis labios la esperanza que mis otros seres queridos buscaban hacerme profesar, y cubriendo nuestra lluvia de romance con un húmedo dolor, con la humedad del bochorno humano y la humedad destilada del tequila, irónicamente yo te empujaba para creer que no existe el fin del mundo, no porque nunca se acabe, sino porque jamás ha tenido dirección mayor a la que le damos.

Y quedamos de hablar de amor, era raro que el marco teórico que teníamos al alcance era un contexto de complejos sociales, leyes aduanales, ciencias metafísicas y un par de recetas de cocina, quizá eso de la comida era lo más acertado porque cuando las garnachas te queden lejos, cuando la salsa por la que felicitabas a la señora de las quesadillas, la misma que te miraba como si fueras el espectro desquiciado de una niña fantasma que se revelaba a media noche para asustarla, diciéndole lo que nadie le dice y sólo ella sabe, cuando te quede lejos ese maíz con aceite, frijoles y especias, y más lejos el agave o el perro que se rinde ante tus dedos tras las rejas, cuando te entre la nostalgia, quizá ahí te vuelvas a acercar a nuestra idea del amor nutriente y engordador.

En tres días voy a cumplir años, y tú cumplirás también aniversario del día en que partiste, ¿no es gracioso? Como si ese día que regresaba a mi casa sobre nuestra bicicleta, porque aunque nació en mi familia siempre la consideraré tuya, porque te despeinaba, porque hacía que acariciaras el viento, porque te hacía ser una ráfaga. Si, sobre esa saeta roja tendría la visión de que mis festejos serían más que agradecer por los regalos, una especie de ruego por no perder más.

Y es que a partir de entonces se acabarían los cumpleaños de vida y vendrían los de sobrevivencia, ¿Sabes? Ella lo conoció por esos días, y en esas fechas después se amaron, y cuando pasó otro año mi familia enfermó, y ella me tuvo un poco de lástima, la suficiente para esconderse, y al siguiente aprendió a no sentir piedad y entonces me escondió, por eso ya ella no llegó al siguiente. Pero este… Llegamos menos, te confieso una vez más que hubiera preferido no haber llegado también.

Pero quedamos de hablar de amor, ¿no? Y no sabemos tanto de ello como los sabios tendrían que hablarlo, entendemos el fracaso de nuestra madurez frente a nuestros sentimientos, entendemos de la fragilidad de la vida, del eco de la soledad, sabemos de estar perdidos en el mundo y verlo perdido sin poderlo salvar, y ahí seguimos, llorando nuestras pérdidas en el fin del mundo, con ese temor de que nunca se acabe de terminar. Y luego, al llegar a casa, reírnos como si no fuera la última risa estando juntos.

¿Y si el amor es perder? Como si nos demostrara que hay algo que no se desmorona pese a que pierda cada parte, en serio, como si después de enfrentar a ese dios malvado que arrebata la esperanza y la vida. Como si en medio de la tormenta más oscura en la noche del alma hubiera un faro apagado, un faro inservible para los barcos pero que a un hombre le ofrece un techo. ¿El amor es lo que en la guerra nos hace correr de los bombardeos para llegar a casa? ¿Para qué? Creo que para que a quien amamos nos vea llegar, aunque no nos ame por no perdernos. Quizá eso que no escribimos juntos era porque… A donde vayamos, seguiremos solos, pero seguiremos amando, seguiremos siendo nosotros para que quienes nos aman nos vean llegar, no sé, como si fuéramos amor, como si fuera nuestra esencia y las palabras no son amor sino amorosas, y nuestra carta no hablaba de amor, sino de nosotros, de tus recuerdos, de los míos, de nuestras familias, de nuestras pérdidas, que si bien esas pérdidas no nos mataron por completo, hubo un momento que esas pérdidas éramos nosotros. Quizá crecimos, y por eso aún estamos aquí.
¿Aún quieres que hablemos de amor?

Querida Dama Blanca, no hablemos de amor como si sólo fuera un recuerdo.

Te quiere Abraham.


Germán, en el nombre del demonio

Germán…  Claro que recuerdo ese nombre, yo nunca olvido uno: pequeña víctima de sí mismo, ignorante de su capacidad, temeroso del profu...